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El ego superlativo o La importancia de llamarse Proculo

Me parecía detectar que la tónica general entre nuestros jóvenes es sentirse que son muy importantes. Generalmente por nimiedades o motivos de lo más superficiales, cuando no ridículos, he tenido la ocasión de escucharles ensalzándose a sí mismos y hablando con una autosuficiencia que no es propia ni siquiera de edades adultas.

Mis sospechas se ven ahora confirmadas por los datos que se publican en el libro “The Road to Character” de David Brooks. Para que se hagan idea de la magnitud de lo ególatra del joven de hoy en día, mientras que en 1950 un 12% de los adolescentes estadounidenses afirmaban que se consideraban a sí mismos personas “muy importantes”, en 2005 este porcentaje se catapulta a un sorprendente 80%. Otro dato significativo es que en 1976 los encuestados puntuaron que llegar a ser famoso como objetivo en la vida estaba en su escala de importancia en la posición 15 de un total de 16; sin embargo en 2007 un 51% de la gente joven declara que llegar a ser famoso es una de sus principales ambiciones.

Los que día a día nos esforzamos por recordar lo efímero de nuestro mundo y la relativa importancia de todo lo que nos rodea, incluidos nosotros mismos, sin duda calificaremos estas cifras de impactantes. Lo son, sin paliativos. Lo peor es que son indicativas de que en nuestra sociedad impera un ego superlativo, autosuficiente y soberbio hasta el extremo, y a menudo sin ni siquiera un desempeño personal o profesional que lo acompañe, y noten que no digo que lo justifique, porque una actitud así casi nunca es justificable. Ni siquiera nuestros adolescentes, edad a la que todavía no se es productivo profesionalmente ni se ha alcanzado la madurez personal, son conscientes de este error de enfoque vital.

El ego, si bien puede venir fundamentado por la personalidad o la valía en unos pocos casos contados, en otros no veo ni rastro de ningún motivo que se corresponda con el concepto de sí mismo que tienen algunos. No se equivoquen. A menudo los que más motivos tienen para creerse importantes, menos importantes se consideran a sí mismos. La egolatría es vulgar, simplista, fácil y tremendamente equivocada. ¿Acaso no murieron el César, los Reyes Católicos, Einstein y tantos otros? ¿Se paró el mundo tras su muerte? No, el mundo siempre sigue girando, caiga quien caiga, y los que quedamos seguimos girando con él. El relativismo existencial no es una premisa, sino que es una preciada conclusión vital fruto del esfuerzo personal por comprender el mundo que nos rodea. Dense cuenta de cómo los que más evolucionan personalmente, más modestos son y más relativizan su mundo y a sí mismos. Por algo será.

En el fondo siempre he pensado que tener un ego superlativo es un síntoma inequívoco de complejo de inferioridad. El que da importancia a las cosas que de verdad importan en esta vida, el que tiene una seguridad en sí mismo pulida en la modestia, el que es relativista por naturaleza, no necesita creerse “muy importante” ni ansiar ser famoso para tener un adecuado concepto de sí mismo. Aquí se trata de que el concepto de uno mismo ha de pasar por saberse prescindible y (tan sólo) relativamente importante. El elevado concepto de uno mismo es saberse querido por la gente que de verdad importa, y no que las redes sociales nos hagan de multitudinario altavoz cada vez que abrimos la boca.

Si les soy sincero, busco el motivo por el que nuestra juventud es así precisamente hoy en día. Creo haber llegado a la conclusión de que el problema es lo mediatizada que está nuestra sociedad, además de la potencialidad del impacto que las redes sociales pueden darle a cualquiera. Nuestra parrilla televisiva y nuestro Twitter están plagados de gente que se ha hecho famosa de la noche al día, y que no tienen mayor oficio o beneficio que opinar sobre todo lo que se mueve para que nosotros simplemente les escuchemos. Y claro, nuestros jóvenes piensan que esto también les va a ocurrir a ellos. Es el narcisismo de saberse profesado e idolatrado aunque lo que se diga sea irrelevante. El mundo que hemos transmitido a nuestros jóvenes es un mundo en el que ya no interesa la importancia de lo que digamos, sino la cantidad de gente que nos escucha.

Me despediré hoy aclarando que el nombre de Proculo, que citaba al comenzar este post, es un nombre de origen latino que significa autosuficiente. Su elección no ha sido casual, precisamente lo he elegido para el título de hoy por su significado, y porque siempre he pensado que sentirse orgulloso de su propio nombre o apellido es un inequívoco síntoma de autosuficiencia. Y para que vean lo extendida que está la cosa, no tienen más que ver en qué puesto de souvenirs falta el típico regalo que se regodea en el significado de los nombres o apellidos. Es lo que trasciende tras todo lo que hemos pensado hoy. La raíz del problema es la (pretendida) autosuficiencia. Les dejo con una cita de Joyce Carol Oates (un poco desvirtuada por la traducción): «Mi yo me pertenece. No tengo ninguna necesidad de ti». Como ya les he dicho en otras ocasiones, es muy peligroso hacer depende el concepto de uno mismo de los demás. Las ganas de darse importancia, y la autosuficiencia hueca, no tratan más que de buscar en los demás el reconocimiento que no nos damos nosotros mismos.

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Las relaciones de trabajo a través de las redes sociales o La empatía entre tuiteros

Este blog, desde el que les escribo quincenalmente, no deja de sorprenderme. En esta ocasión la sorpresa ha venido por la colaboración desinteresada de un seguidor en un proceso de selección en el que un servidor ha participado. Les explicaré el caso con algo más detalle.

Publiqué un comentario relacionado con un proceso de selección en el que iba a participar y, para mi sorpresa, uno de los lectores de este blog se ofreció a entregar internamente mi candidatura y a informarse sobre el proceso, pues había habido ciertos cambios en su compañía que podían alterar los procesos de selección en curso. Mi lector me confirmó que el proceso lo cerraron de forma anticipada por exceso de candidatos, situación tristemente usual dada la actual coyuntura, pero me informó de que el proceso seguía su curso, y lo que es más importante, finalmente me llamaron para una entrevista que fue realmente bien. Debido a otros asuntos que no vienen al caso, el puesto no fue para mí, pero quería reflexionar con ustedes sobre los detalles de este caso.

No me confundan ni a mí ni a mi colega tuitero con un clásico caso de enchufismo. Ni es por lo que estoy agradecido, ni es como mi colega tuitero pretendía favorecerme. Nada de esto ha ocurrido. Les puntualizaré que mi candidatura se adaptaba muy bien al puesto, que tengo un buen currículum, y una dilatada experiencia profesional precisamente en el campo que se solicitaba. No hubo trato de favor alguno, no hubo recomendación, tan sólo entregar un currículum personalmente tal y como haría cualquier amigo suyo por ustedes. La cuestión central de este post es precisamente ésa: “cualquier amigo suyo por ustedes”.

Hace unas semanas les hablaba de lo efímero de las relaciones en las redes sociales en el post «Qué nos aporta un simple tuit o Lo efímero de las relaciones personales en Twitter». Y sigo pensando lo mismo que les comenté entonces. Ahora bien, ello no implica ni que todas las relaciones 2.0 sean efectivamente efímeras, ni que el carácter efímero implique que la relación no sea relevante en otros aspectos. Mi colega tuitero no es amigo mío en el mundo real, ni siquiera le conozco personalmente. Nuestra relación virtual empezó cuando él leyó uno de mis posts y se hizo follower mío en Twitter. A partir de ahí nos leemos mutuamente e intercambiamos mensajes de vez en cuando; vamos, nada fuera de lo común en Twitter. El caso es que, cuando tuiteé sobre el proceso de selección de su empresa, me sorprendió y me alegró que amablemente se ofreciese a enviar él mi currículum internamente. Le agradecí su gesto y le dije que decía mucho de él interesarse por mi candidatura sin ni siquiera conocerme en persona, a lo cual él simplemente me contestó: “Será porque a mí me gustaría que en tu lugar hicieran lo mismo… O que me gustó algún post tuyo”. Lo del post puede ser más entendible, puesto que creo que muchas veces trato temas de empresa que pueden llamar la atención del mundillo en el que me muevo, y puede ser que si mi colega tuitero me lee de vez en cuando, le guste mi forma de pensar o de plantearme los temas del sector, bien sea en el aspecto profesional o en el personal. Pero lo que no es entendible es el “Será porque a mí me gustaría que en tu lugar hicieran lo mismo”. No es entendible no porque no sea algo loable, que lo es, sino porque por desgracia no es para nada algo usual en nuestra sociedad interesada de hoy en día.

En un mundo en el que normalmente nadie hace nada por nadie si no tiene algún interés de algún tipo, la actitud de mi colega tuitero es encomiable porque fue totalmente desinteresada, ya que no tenía en mí absolutamente ningún interés ni personal ni profesional, y además yo no podría devolverle el gesto de ninguna forma. A mí mis padres y abuelos me enseñaron que “No quieras para los demás lo que no quieras para ti mismo”… o como yo también lo interpreto, al igual que mi colega tuitero: “Haz con los demás lo que te gustaría que hiciesen contigo”. Uno, que con estas máximas a veces se siente un poco solo, se alegra cuando coincide con alguien que piensa de forma parecida. Aún hay esperanza en esta sociedad contaminada de valores interesados e hipócritas.

Me despediré insistiendo en la reflexión central de este post, magistralmente sintetizada por la genial frase de Malcolm S. Forbes: “Puedes juzgar fácilmente el carácter de un hombre por la forma en que trata a aquellos que no pueden hacer nada por él”. Ya saben que yo tengo la pequeña debilidad de querer saber exactamente qué es lo que lleva por dentro la gente que me rodea, y esta frase es un estupendo indicador del interior de cada uno. Recuerden, si no les gustan las sorpresas desagradables que algunas personas esconden, la mejor manera de minimizarlas es tratar de conocerlas de antemano. Y a partir de ahí ya depende de ustedes mismos elegir a quienes quieren que les rodeen. Yo por mi parte lo tengo muy claro, sean tuiteros o no.

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Las redes sociales e internet saben de nosotros más que nuestras parejas o Cómo las personas regalan su información privada

El otro día vi que un lector había llegado a mi blog mediante la siguiente búsqueda en Google: “Mi mujer me consume económicamente”. Sin entrar en lo curioso de la búsqueda ni en lo que mi lector pretendía encontrar, la primera pregunta lógica que me hice fue: ¿A cuál de mis posts ha podido llegar con semejante búsqueda?. No creo escribir sobre este tipo de temas, pero dejaremos el asunto como efectos de la magia de las indexaciones de Google.

Posteriormente, pensando un poco más en el tema, la pregunta fue: ¿Será la mujer de este señor consciente de lo que tanto le preocupa a su marido?. La respuesta obvia es que no, porque de lo contrario ya tendría una respuesta por parte de su mujer, y no la estaría buscando en Google.

Entiendo que la reflexión a la que nos lleva este tema es que Internet sabe más de nosotros que nuestras propias parejas. Esta reflexión no es en absoluto novedosa. Hay incluso literatura en papel publicada al respecto, como por ejemplo el revelador “Desnudando a Google” de Alejandro Suárez. Es un hecho. Ya les advertí de los peligros al respecto en los posts «La profecía de George Orwell o El 1984 de
las Redes Sociales
» y «El In-Store Surveillance y la brecha social
o El marketing como nuevo sistema de
castas a la occidental
«. Pero en este post me gustaría centrarme más bien en por qué esto es así.

Les hablaré unas pocas líneas sobre el caso concreto de Twitter, pero las conclusiones que sacaremos juntos serán aplicables a cualquier usuario de internet, aunque sólo use Google. Hay dos características de Twitter que sacaré a relucir. Twitter, como ya saben los que me siguen en esta red social, es para mí la herramienta más útil que he usado nunca, aunando en una misma aplicación trabajo, intereses, aficiones y relaciones con otros tuiteros. Pero desde mi punto de vista, el gran éxito de Twitter no está en ser un punto de referencia único, sino en dos características que hacen que seamos muy propensos a utilizarla a diario (objetivo principal de todo servicio de la Web 2.0): inmediatez tanto de lectura como de escritura, y movilidad. Aunque hay redes sociales que podrían considerarse más exitosas por su base de usuarios, el valor añadido de Twitter y su gran versatilidad hacen que su caso de éxito sea referencia obligatoria para cualquier aplicación o servicio que tenga alguna pretensión en el panorama de internet.

Pero no nos apartemos del tema. Volvamos al caso que nos ocupa. La inmediatez y la movilidad de Twitter hacen que podamos compartir rápidamente en la red social casi cualquier pensamiento que tengamos en cualquier momento a lo largo del día. Luego, la mayoría de los tuiteros llegan a su casa por la tarde, y una vez metidos en la rutina diaria, cuando tienen por fin algo de tiempo, comentan con su pareja los asuntos más importantes del día. Tiempo limitado. Memoria limitada. No podemos tener presentes todos los asuntos en los que hemos pensado a lo largo del día. Twitter sí. Punto. La comunicación con su pareja va a ser siempre más limitada aunque tenga usted toda la voluntad del mundo en tener la máxima comunicación con él o con ella. Es un mero tema de disponibilidad, memoria y tiempo. Pero no desesperen los más comunicativos, esa misma versatilidad de Twitter como herramienta, les permite a sus parejas hacerse followers suyos en Twitter, con lo que problema solucionado.

Un tema importante al respecto, es cómo la gente alimenta internet con su información privada y personal. No deja de sorprenderme cómo la mayoría de la población prefiere regalar su intimidad antes que pagar un euro por una aplicación que no mercadee con nuestras vidas. Es algo obvio tratándose del uso aplicaciones gratuitas que de alguna manera han de rentabilizar su servicio y cubrir costes. Una frase genial que circula por la red resume este hecho: “Cuando uno está usando algo gratis en internet, lo que están vendiendo es a él”. La gente no quiere ser realmente consciente de ello, y descarga y usa alegremente todo tipo de aplicaciones simplemente porque son gratis, como si en esta vida alguien regalase algo. No quieren ver que su decisión es ahorrarse unos pocos euros sin importarles su privacidad. Un error en el que espero que la historia nunca me dé la razón. En todo caso, este incipiente mercado ya está creado, y dentro de poco, si no lo hacen ya, todas las aplicaciones y servicios, sean de pago o no, mercadearán con la información de sus usuarios. No se quejen, nuestra propia demanda ha moldeado este modelo de negocio.

Me despediré hoy de ustedes con una aterradora reflexión. Antes hablábamos de que internet sabe más de nosotros que incluso nuestras propias parejas. Pero vayamos más allá. Nuestra memoria es limitada. No podemos tener presentes en todo momento todos nuestros pareceres, formas de pensar y conclusiones a las que llegamos a lo largo de todo el día, día tras día, mes tras mes, año tras año. Internet sí. Internet nos conoce mejor que nosotros mismos. No es una advertencia, es una amenaza. Con el precio tan barato del GigaByte de disco de hoy en día, internet no olvida, no olvida jamás. Podríamos decir que el “Conócete a ti mismo” de Sócrates está más que obsoleto. Para conocerte a ti mismo y a los demás, conócete a través de internet. Ustedes ya saben mejor que yo que hay ahí fuera muchos gobiernos, organismos y agencias que ya lo aplican en todo el mundo. Esperemos que no hagan nunca un uso perverso de ello, porque si no de ésta no nos escapamos.

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El poder de la creatividad y la imaginación o Cómo un profano puede aportar nuevas perspectivas

He de confesarles dos temas relacionados con este blog que me tienen sorprendido. El primero de ellos es el posicionamiento que me da Google para muchos de mis posts, y el segundo es la aceptación que mis posts tienen en ámbitos especializados en las distintas materias sobre las que suelo escribir. A ciencia cierta, no puedo decirles si ambos hechos están relacionados, pero sospecho que sí.

Desde hace años me fascinan esas personas que, una vez alcanzado un cierto estatus de conocimiento en una materia, son capaces de mirar con desdén nuevas teorías sólo por provenir de autores “no consolidados”. Craso error. Es una clara falta de humildad que puede llevarles a pasar de estar en el candelero dentro de su especialidad a estar en la reserva. Siempre he pensado que, por mucho que se sepa sobre un tema, cualquier profano puede aportarte un punto de vista novedoso que te haga cambiar tus teorías. Por supuesto, alguien especializado tiene muchos más campos y conocimientos para poder tener nuevas ideas sobre ellos, pero eso no quita que hasta un niño pueda darte una idea que aporte algo nuevo.

Éste es el poder de la creatividad y la imaginación, que sin duda hay que fomentar día a día en nuestros hijos desde que son pequeños, pero que también hemos de fomentar en nosotros mismos. Hay que tener cierta base, pero hay técnicas sencillas que pueden ayudarnos. Por ejemplo, una que yo uso a menudo se basa en romper la concentración cuando uno está enfrascado en un problema para el que no encuentra solución, y hacer durante unos minutos algo totalmente distinto. Nuestro cerebro funciona así. En segundo plano sigue trabajando con el problema sin resolver, pero hacer cosas distintas fomenta la asociación de ideas desde una perspectiva que antes no se nos había ocurrido. Muchas veces, aunque aparentemente no tengan relación con el problema a solucionar, de las ideas más descabelladas, surgen las mejores soluciones. Es haciendo estas tareas alternativas cuando muchas veces al cerebro se le enciende la bombilla.

Un servidor aplica esta técnica desde hace años, y hay incluso especialistas que afirman que, cuando uno tiene en el trabajo un problema entre manos que no sabe resolver, dedicar tres o cuatro minutos a revisar el TimeLine de Twitter puede ayudar a distanciarse del problema, para luego retomarlo con un nuevo enfoque.

Pero volvamos al asunto que da título a este post. Como les comentaba, me sorprende cómo un profano como yo en muchas de las materias sobre las que a veces escribo, consigue un número considerable de RTs y publicaciones en webs especializadas por parte de incluso doctores en la materia. Y yo no achaco este hecho en concreto al contenido de mi blog ni a ninguna característica personal mía, sino que pienso que la causa última está en una creatividad y una imaginación que la mayoría posee también, pero que no saben explotar adecuadamente. Les he comentado muchas veces que creo que uno de los problemas de nuestra sociedad no es que la gente no piense, sino que la gente no tiene tiempo de pararse a pensar. Y para tener ideas y dejar aflorar nuestra creatividad, hemos de reservar tiempo para darle vueltas a las cosas. Ésta es la razón última por la que les escribo en este blog puntualmente cada quince días desde hace 2 años y medio: para reflexionar yo, y para reflexionar con ustedes.

En bastantes personas, la creatividad es una cualidad que se va perdiendo con el paso de los años. Yo creo que este hecho va íntimamente unido a que las personas nos habituamos a nuestro entorno, y lo que nos rodea deja de sorprendernos conforme pasa el tiempo. Estoy convencido que la capacidad de sorprenderse y la creatividad están íntimamente relacionadas, y empieza a haber estudios que avalan esta teoría. Por ello mi mejor consejo es que presten atención a sus hijos, y les fomenten su actitud cada vez que se sorprenden por algo que a ustedes les parece de lo más normal. No vuelvan a meterles prisa en el camino a casa de vuelta del colegio cuando gritan emocionados que han encontrado una hoja de árbol roja en vez de verde, no les digan que no hay tiempo cuando se paren a mirar un hormiguero con fascinación, miren con ellos al cielo para descubrir imágenes conocidas en las caprichosas formas de las nubes. La creatividad y la imaginación son las cualidades más valiosas de los seres humanos, y fomentarlas en los niños, y mantenerlas de adultos, es algo que contribuye ciertamente al progreso de la humanidad.

Como hacen algunos malogrados científicos y artistas, profesiones de máximos exponentes de la creatividad humana, no fomentar el mantener su propia creatividad e imaginación, una vez que han perdido inevitablemente estas cualidades, les puede llevar a tratar de captar ideas de los más jóvenes, convencidos erróneamente de que juventud y creatividad son el único nexo posible, y teniendo la imperiosa necesidad de mantener su posición social y profesional a cualquier precio. Conozco algún caso de estos, así que tengan cuidado con ciertas personas, porque además nunca se lo agradecerán para no reconocer ante nadie el agotamiento de su propia capacidad. Inspirarse es legítimo. Copiar es mezquino. En mi mente hay una clara línea divisoria entre ambas acciones. Tracen ustedes su propia línea de separación, que esté más aquí o más allá dependerá de su ética personal y de si son capaces de fomentar y mantener viva su imaginación. Para mí la diferencia está en si se aporta algo nuevo sobre la base en la que uno se inspira, o si ni siquiera ya se tiene creatividad ni para eso. En todo caso, estarán de acuerdo en que no reconocer las fuentes de inspiración propias ya proyecta de por sí una sospechosa sombra de duda.

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El hartazgo de Twitter o El progreso hacia la sociedad lúdica

El ser humano a veces me fascina por su capacidad de permanente huida hacia delante. No acabo de entender bien ese enfoque que a veces da a su vida de tener la ilusoria sensación de estar avanzando cuando en realidad está dando vueltas en círculo. En esta ocasión me centraré en cómo las personas suelen tratar de huir de la rutina diaria, y tratan de avanzar hacia la dedicación del tiempo propio a las actividades que les interesan y/o divierten. ¿Una aspiración a llegar a la sociedad lúdica?.

Puede que sí, que ciertas naturalezas humanas aspiren a dicha sociedad lúdica, entendida como una sociedad donde cada cual se pueda dedicar a los que le interese y/o divierta. Cada caso será más o menos productivo dependiendo de cuáles sean los intereses y divertimentos personales… y obviamente habrá casos que no sean productivos en absoluto. Nada nuevo con respecto al uso que hacemos ya actualmente de nuestro tiempo libre.

Estarán muchos de ustedes pensando en lo utópico y lo insostenible de lo que les estoy presentando. Razón no les falta, pero es que tal vez no me esté explicando bien. No me estoy tratando de centrar en una aspiración a dedicarse a la vida alegre. En absoluto, eso es insostenible. Lo que trato de hacerles ver es que el advenimiento de internet primero, y de las redes sociales más adelante, están sirviendo de vehículo para que los intereses personales sean más accesibles a los interesados, entendiendo por intereses personales efectivamente a intereses interesantes (valga la redundancia), tanto para el individuo como para la sociedad. A aquellos que estuviesen esperando a que les hablase cómo vivir de la vida contemplativa, siento decepcionarles, deberán centrar sus aspiraciones en formar parte del famoseo que infesta nuestras pantallas televisivas. Tal vez cuando seamos seres virtuales la sociedad lúdica en este sentido sea sostenible económicamente. Al fin y al cabo es mucho más fácil mantener un humano vivo con unos Gigabytes de espacio, unos Megaherzios de capacidad de computación y algo de nutrientes básicos, que mantener todo un mundo físico lleno de necesidades y productos reales que querrá adquirir por mucho que quiera dedicarse a mirar las musarañas.

Pero por otro lado, hay actividades interesantes para la sociedad y el individuo que, aunque no permiten vivir de ello a la persona que las realiza, sí que aportan, y que por su aspecto de afición se pueden caracterizar también en cierta forma de un avance hacia la sociedad lúdica. Véanlo de otra forma. Nuestros abuelos trabajaban en el campo de sol a sol, y el poco tiempo que tenían disponible lo utilizaban para descansar de su extenuación. Hoy en día nuestros trabajos no son tan exigentes físicamente, y dejan un margen diario para dedicarse a aficiones que, gracias a internet y las redes sociales, nos permiten que ese mismo tiempo sea infinitamente más productivo. Se lo dice un servidor que, a pesar del poco tiempo del que dispongo, puedo mantener vivos mis intereses y aficiones personales gracias principalmente a Twitter, a Pinterest y a este blog. No me malinterpreten, no estoy tratando de hacer apología del mundo virtual. El mundo físico sigue ahí con sus ventajas derivadas de sus vivencias e impresiones reales, pero lo que nos ocupa en este post es la contribución del mundo virtual a nuestros intereses y aficiones, que son, por otro lado, también parte de nuestro mundo real.

Pero sigamos ahondando en el título de esta entrada. Ya hemos hablado del progreso hacia la sociedad lúdica, salvando el diverso concepto de lúdico para unos y otros. Analicemos ahora la huida hacia delante de la rutina diaria. Toda novedad y avance que trasgrede nuestra forma actual de hacer las cosas, tiene una primera fase de aceptación en la cual el usuario acepta incomodidades del nuevo servicio debido a una novedad que le fascina. En los noventa todos asumíamos que se cortasen las llamadas del móvil con mucha más naturalidad que con la que hoy reaccionamos cuando nos quedamos sin cobertura de datos. El hábito y la dependencia nos vuelven exigentes. Y lo mismo ocurre con todas las rutinas diarias a las que nos obliga el satisfacer nuestros intereses. Al principio todo el mundo en Twitter toleraba leer menciones entre usuarios que tenían casi carácter de conversación privada, ahora la gente quiere llegar a los tuits que le interesan lo más rápido posible y sin perder tiempo en tuits irrelevantes. Y esto lo hace porque quiere disponer de tiempo libre que dedicar a otras y nuevas aficiones. Aficiones en las que de nuevo al principio tolerará cierta pérdida de tiempo a cambio de disfrutar de algo nuevo, pero que con las que con el tiempo también se volverá exigente, para, a su vez, volver a tener más tiempo para otros nuevos intereses.

Vemos pues como el tiempo dedicado a un interés o afición personal en internet acaba alcanzando un periodo de madurez en el que el servicio o bien se reinventa y evoluciona con las exigencias del usuario, o acaba siendo abandonado. Asúmanlo, hoy en día uno de los recursos más escasos en el mundo es el tiempo de los usuarios. Hay tantas aplicaciones interesantes, tantos servicios a los que merece la pena dedicar tiempo, tantos blogs que leer… que todo ello ha de competir por un tiempo del usuario cada vez más solicitado. Llegará un tiempo en el que, si los usuarios disponen de más tiempo libre, podrán dedicarse a más actividades de una economía articulada en torno a internet, lo cual se traducirá en un crecimiento del sector con todas las implicaciones que ello supone en facturación, empleos generados, etc. Y hasta aquí es donde quería llegar con ustedes. Piénsenlo bien, el recurso escaso es el tiempo del usuario, dedicado a lo que el usuario considera interesante o simplemente divertido, y que además cuanto más tiempo de usuario se permite, más negocio se hace. Esto es lo que planteábamos al principio del blog, ¿No es algo muy próximo la definición que hemos hecho de sociedad lúdica?. Tal vez estemos acercándonos a ella sin darnos cuenta, y no estemos dando tantas vueltas en círculo como decíamos al principio. Cosas de un progreso exponencial que no nos da apenas tiempo ni para pensar. La pregunta sobre si ésta es una tendencia sostenible a largo plazo, o si tan sólo se trata una utopía, dejo ya que se la contesten ustedes mismos.

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Qué nos aporta un simple tuit o Lo efímero de las relaciones personales en Twitter

Admiro esos tuiteros que, cuando pierden el control de su cuenta de Twitter muriendo de éxito por acabar teniendo un número muy elevado de followers, al ver que van a pasar irremediablemente a dictar en vez de dialogar, prefieren cerrar su cuenta antes que dejar de dar un trato personal a sus seguidores. Otros optan por priorizar su tiempo, interactuar lo que buenamente pueden, y dejar muchos tuits perdidos sin respuesta flotando en la tuitosfera. No hay nada mejor o peor en una u otra forma de proceder, pero simplemente querría reflexionar con ustedes sobre el tema.

Empecemos por plantearnos que, en la vida real, siempre ha habido gente para todo. Hay gente más propensa a conservar las relaciones personales con personas que ellos consideran que merecen la pena. También hay otros individuos que evalúan a la gente que les rodea, más que por su relación de amistad en sí misma, por lo que les puede beneficiar conservarla según sean sus intereses particulares. Hay otros que son asociales por naturaleza y no conservan ni lo que quieren, ni lo que les interesa. Pero no nos apartemos del tema. En este post yo quería centrarles en la diferencia entre las actitudes ante las relaciones personales en la vida real y en la vida virtual.

Creo que es interesante abordar el hecho de que es cierto que el roce hace el cariño. Las personas no damos la misma importancia a una relación con una pareja y unos hijos que vemos todos los días, con unos padres o unos hermanos que vemos todas las semanas, con un buen amigo o amiga que vemos siempre cada cierto tiempo, o con un amigo al que no vemos desde la infancia o… con un Tuitero al que la mayoría de las veces ni siquiera le ponemos cara.

Es este último matiz sobre el que quiero poner énfasis. ¿Hay diferencia entre ir leyendo por Whatsapp las actualizaciones sobre la vida de un amigo que leer los tuits de un desconocido?. Les puedo asegurar que es fácil acabar desarrollando cierto apego por gente a la que tan sólo sigues en Twitter, sobre todo cuando hay cierta proximidad personal, pero evidentemente la intensidad emocional que hay tras un tuit de un follower no es la misma que la que hay tras un whatsapp de un amigo de toda la vida, siendo el soporte el mismo Smartphone.

No es que queramos menos a nuestros followers tuiteros, sino simplemente es que les queremos de otra forma. La aproximación debe ser igual a las diferencias entre una relación personal y una profesional, o una personal y una familiar, etc. ¿Por qué pienso esto?. Es muy sencillo, espero que estén ustedes de acuerdo conmigo. Podemos definir relación social como una forma de comportarse en sociedad en base a una interacción personal. Con Twitter tenemos que, como les he explicado antes, hay una nueva forma de comportarse, y además hay también una nueva forma de interactuar. Todo esto nos lleva a tener que plantearnos si en realidad Twitter no es una nueva fuente de relaciones sociales distintas a lo que hemos conocido hasta el día de hoy, de forma que establezca un nuevo modelo de relación social.

Salvo honrosas excepciones, una diferencia relevante que he observado entre las relaciones tuiteras y las tradicionales es la perdurabilidad. Las tradicionales perduran en el tiempo con mucha mayor facilidad que las tuiteras. Es cierto que hay relaciones tuiteras que acaban derivando en personales, pero son las menos, y acaban perdurando con mayor facilidad precisamente por su cambio de naturaleza. Es el contacto personal el que nos lleva a apreciar más intensamente a alguien. No es lo mismo leer las reflexiones, por interesantes que les puedan parecer, del blog de un servidor visualizadas sobre una fría pantalla, a que un amigo te cuente tomando un café cómo ve la vida. Y no es por el soporte por el que percibimos la información, es por cómo la interiorizamos. La diferencia es casi filosófica, pues aborda la diferencia entre percibir y sentir.

Los animales solemos estar programados para interactuar gregariamente con los individuos de nuestra misma especie. Hay estudios que demuestran que hay regiones en el cerebro animal especializadas en identificar e interpretar fisonomías y gestos de la propia especie, y esto implica de igual forma que la presencia física nos hace sentir de forma diferente ante un interlocutor por muy desconocido que sea.

Otro tema es la percepción. Podemos percibir algo igualmente a través de un Smartphone que a través de otras formas de interacción. Esa percepción puede llevarnos a sentir o no, dependiendo del caso, pero percibir y sentir son cosas distintas que pueden no tener nada que ver, y en cuya distinción radica la naturaleza diferente de algunos tuits o de palabras pronunciadas en nuestra presencia.

Evidentemente hay personas y personas, y tuiteros y tuiteros. Yo mismo puedo darles casos de mi cuenta de Twitter a los que aprecio profundamente, pero me pregunto si el hecho de no pasar nunca a desvirtualizarnos marca un límite infranqueable en la relación. Y la respuesta es que creo que sí.

Por lo pronto, háganse la idea de que, al igual que los amigos vienen y van, los tuiteros también vienen y van, pero con mucha mayor facilidad que los amigos. Quédense con el poso que les deja en su interior cada tuit, cada tuitero, cómo les permite evolucionar personalmente, lo que les ha emocionado o hecho reir, qué reflexiones les ha inducido, incluso aunque se trate del único y significativo tuit que hayan podido intercambiar con un desconocido del que tal vez ni siquiera sean followers. La tuitosfera es así, puede servir para ayudarnos a progresar personal y desinteresadamente los unos a los otros, puntualmente aquí y allá, sin mayor relación que 140 caracteres, pero que, de alguna manera, nos acerca a todos mucho más hacia la concepción de la sociedad como un ente global que interactúa, progresa, reflexiona y vive a través de los demás. Al igual que las personas, los verdaderos tuits no se leen y mueren, perduran por los cambios que han producido en nuestro ser interior.

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La endogamia ideológica o Redes Sociales a medida

Con el advenimiento de las redes sociales, es posible, de una forma nunca vista antes en la historia de la humanidad, contrastar opiniones y puntos de vista con otras personas a las que nunca habríamos tenido acceso en otros tiempos. Es ésta la internet del intercambio de ideas, de la reflexión, de la crítica y la autocrítica, del enriquecimiento personal y profesional a través de los demás, etc. Pero, aun siendo esto así, hay también una preocupante tendencia por parte de ciertos círculos, mayormente colectivos radicalizados en algún aspecto de su forma de pensar, a fomentar y desarrollar una endogamia ideológica.
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Me explico. Endogamia ideológica. ¿A qué me refiero?. Pues a esa querencia por parte de algunos a cerrarse sólo en círculos con ideas estrictamente similares a las propias. Sí, al igual que las Redes Sociales nos permiten llegar a muchas personas, tanto de renombre como anónimas, con las que intercambiar ideas, las Redes Sociales también nos permiten formar grupos de ideología similar más numerosos y de forma más sencilla de lo que es accesible en la vida real. De esta manera asistimos a la formación de movimientos sociales que adquieren fácil y rápidamente el peso específico suficiente para constituirse en auténticas corrientes ideológicas, e incluso hasta en partidos políticos. Algunas de estas corrientes ideológicas se radicalizan, y pasan a formar una especie de ecosistema aislado por el cual sus miembros son adoctrinados estrictamente en las ideas que promulgan, y que acaban saliendo de su grupo de influencia sólo para reaccionar en las redes sociales de forma violenta en cuanto chocan con otras formas de pensar distintas a las propias. No son los Trolls de los que hablábamos en el post “El Alter Ego en Twitter ó Cuál es nuestra verdadera personalidad”, son algo distinto. A veces también ejercen el acoso 2.0, pero pertenecen a grupos generalmente organizados, están adoctrinados, y hasta planifican acciones conjuntas según su ideología.

Pero, ¿Por qué ocurre esto?. ¿Por qué teniendo una internet abierta al mundo, que nos facilita tanto contrastar puntos de vista con personas diferentes, algunos grupos caen en esta forma de actuar?. La respuesta forma parte de la psicología humana. Suele ser una tendencia natural el tener cierta conciencia de grupo y sentido de pertenencia al mismo. Sentirse integrado en un colectivo nos refuerza personal y profesionalmente a la mayoría, pero el problema viene cuando esa integración se vuelve abductora y nos aísla de otras opciones. El auténtico problema es que algunas personas confunden esa seguridad de estar entre iguales con acabar necesitando encontrar únicamente personas con las que se está de acuerdo. Esto suele ser en una primera instancia agradable, puesto que confirma los puntos de vista propios, con obvios efectos de reafirmación personal, pero hay que reconducir esa tendencia natural y evitar que se convierta en aislamiento. Para ello debemos esforzarnos por fomentar otra tendencia también natural en el ser humano: la dialéctica y el intercambio de ideas. Para algunas personas contrastar opiniones no es tan agradable como estar de acuerdo en casi todo, pero si se supera la posible confrontación inicial, es mucho más enriquecedor, y además nos ayuda a, tal vez no siempre compartir, pero muchas veces sí comprender, las motivaciones y conclusiones ajenas.

Por ello, en las Redes Sociales, es importante que, aunque no siempre se compartan, hagan como hacen algunos con la prensa del brick&mortar (la tradicional): comprar varios periódicos de afinidades diferentes y leerlos todos, para contrastar entre ellos, y para también contrastar las ideas propias con las ajenas. Es un sano ejercicio que a veces desencadena un cambio de opinión, a veces induce un matiz en nuestras ideas, o a veces nos lleva a una reafirmación en lo que pensamos. Todas estas opciones son posibles y encomiables, siempre que se hagan desde el respeto a los que piensan de una manera diferente (si es que ellos también nos respetan a nosotros).

Y pensarán ustedes que este post toca temas similares a los del anterior que publiqué “El rechazo al diálogo o El convencimiento de creerse en posesión de la verdad”. Razón no les falta, pero en esta entrada quiero ir un paso más allá de las actitudes meramente personales que les comenté entonces, por las que ciertas personas piensan que sus ideas valen por defecto más que las de los demás, que ellos están siempre mejor informados, que están siempre en la verdad… En este post se plantea ahora la influencia de las redes sociales como elemento agregativo de personas de este tipo que además sean afines, inicialmente dispersas en el mundo real. Ahora las redes sociales se plantean como elemento vehicular para el establecimiento de la endogamia ideológica entre aquellos en los que el individualismo no es un patrón de comportamiento a añadir a su rechazo al diálogo. Ahora el plano de enfoque pasa por cómo algunas de esas personas que no respetan las opiniones de los demás, acaban encontrando un grupo con el que tienen cierta afinidad inicial, y en el que terminan aislados y adoctrinados, motivo por el cual acaban por no soportar ni tan siquiera debatir con personas de otro parecer, puesto que el mismo debate les parece un agravio tal, que a veces se ponen hasta violentos.

Les puedo decir cómo incluso he visto en Twitter perfiles evidentemente radicalizados detrás de los cuales hay personas que cuando alguien no afín se hace seguidor le mandan un mensaje amenazante del estilo a “He visto que me sigues, pero no creo que sea precisamente porque compartes mis ideas. No me gusta que me espíen”. Estas actitudes son una perversión total de la filosofía y razón de ser de redes sociales como Twitter, nacidas para la libre compartición de información e ideas, para tener la libertad de seguir a quién se le antoje a cada cual, y demuestra cómo este tipo de personas sólo están presentes en las redes sociales para expandir su radicalismo y entrar en contacto con personas afines, o para guerrear literalmente contra los individuos del polo opuesto. Pero no olviden que la intención final más usual de estos radicalismos es lograr el control total del sistema en el que van proliferando y, en ese camino, lo que empieza por una purga de los radicales de signo contrario, que muchos ven sólo como algo ajeno que incumbe únicamente a extremistas de ambos polos, acaba siendo una purga a escala general en la que se persigue hacer de la esfera propia de radicalismo la forma general de pensar del común de los mortales, bien sea por convencimiento, bien sea por temor. No olviden que a estos individuos lo que les caracterizan son sus particulares ideas, pero también que cuando consiguen una masa crítica suficientemente importante, cosa facilitada por las redes sociales, no dudan en pasar a la acción de forma concertada en pos de su ideología, lo que contrasta, y he aquí lo realmente inquietante del tema, con la habitual inacción de la mayoría silenciosa y moderada.

Como conclusión final me gustaría dejar claro que el problema obviamente no son las redes sociales, éstas son sólo una herramienta, y como tales se puede hacer de ellas un buen uso… o un mal uso. El problema son las actitudes que los seres humanos adoptamos en ellas. Por ello, aunque a veces sea desagradable ver cómo por ejemplo se insulta en Twitter a un periodista tan sólo por informar u opinar, es preferible tener la web 2.0 para al menos ser conscientes de que efectivamente hay gente así. Aprender de su existencia es paso necesario para construir colectivamente una sociedad más evolucionada, al menos en general y en lo que a la mayoría se refiere, porque creo que todos somos conscientes de que va a haber siempre ciertos elementos que, en cualquier caso, son al menos necesarios para que el resto de la sociedad recuerde cuál es el camino que no ha de seguir.

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La Teoría del Caos 2.0 o La potencialidad de un comentario en las Redes Sociales

La Teoría del Caos es uno de esos temas que siempre me han apasionado desde hace años, aunque soy consciente de que todavía no les he hablado en mis posts de ella. Esta teoría estaría en el origen de la explicación de fenómenos naturales tan aparentemente azarosos como la forma cambiante que va adoptando un cubito de hielo al derretirse o el serpentear de una manguera suelta y descontrolada echando agua, en ciencias como la meteorología, o en patrones como el comportamiento mismo de la bolsa. Son este tipo de sistemas tan complejos los que son objeto de explicación por parte de la Teoría del Caos, dejando a un lado la aparente arbitrariedad que clásicamente se les ha atribuido. Esta teoría fue formulada por el matemático y meteorólogo Edward Lorenz en 1963, y se basa en que una variación, aunque sea imperceptible, en las condiciones iniciales de estos sistemas dinámicos y complejos puede llevar a resultados radicalmente diferentes. Es de aquí de donde se origina esa famosa metáfora por la cual Lorenz dijo que el aleteo de una mariposa en Brasil podía originar un tornado en Tejas.

Hasta aquí nada nuevo, sólo he tratado de ponerles en antecedentes y me he limitado a resumirles los principios básicos de esta teoría. Es a raíz de un reciente tuit en Twitter de @AgustinSaGa, por lo que me he decidido a analizar el tema a continuación desde una nueva perspectiva actual y (creo) interesante.

Desde que fue formulada hasta nuestros días, la Teoría del Caos, si bien en su esencia permanece siendo vigente de la misma forma, en su aplicabilidad a nuestro entorno ha cambiado sensiblemente con los tiempos. Me explico. Uno de los sistemas más complejos conocidos sobre la faz de La Tierra es el ser humano, y por ende, las sociedades humanas pueden ser calificadas igualmente de gran complejidad, o incluso superior por su naturaleza agregativa de las diferentes complejidades individuales subyacentes. En las últimas décadas ha habido cambios significativos en nuestras sociedades y en la forma de interrelacionarse en ellas, que están teniendo y van a tener sin duda un gran impacto en el presente y futuro de nuestros sistemas socioeconómicos.

Tal y como  les introducía en mi post «En el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos o Redes Sociales vs Inteligencia Artificial«, la sociedad hiperconectada y la viralidad que fomenta son elementos claramente diferenciadores de las sociedades del siglo XXI, fruto principalmente de la llegada de la web 2.0. Es precisamente esta viralidad la que permite y sirve de base en la aplicabilidad de la Teoría del Caos a las sociedades actuales. Una pequeña variación en el pensamiento de un individuo a priori insignificante en el conjunto de la raza humana, puede rápidamente propagarse por los diferentes círculos sociales hasta volverse un pensamiento global, ejerciendo una poderosa influencia sobre todos los individuos y, por lo tanto, condicionando también la futura evolución del sistema socioeconómico en sí mismo. Esta conclusión coincide con la esencia misma de la Teoría del Caos que les explicaba antes: imperceptibles variaciones en las condiciones iniciales conducen a resultados radicalmente diferentes. Es lo que podríamos acuñar como Teoría del Caos 2.0.

Y me dirán ustedes, ¿Y de qué me sirve ser consciente de la existencia de una Teoría del Caos 2.0 si no me permite ni siquiera anticipar futuras tendencias sociales y socioeconómicas?. Les reconozco que la aceptación de la Teoría del Caos 2.0 como realidad de nuestra sociedad no es más que el reconocimiento de la propia ignorancia ante un problema cuya complejidad excede nuestras posibilidades técnicas e intelectuales actuales. Pero supongo que estarán de acuerdo en que, en todo caso, siempre es un avance el tener la Teoría del Caos que pensar que las tormentas se deben a los cambios de humor de Zeus como hacían los griegos. Algunos argumentarán que pasar de delegar la arbitrariedad en Zeus a delegarla en una fórmula matemática meteorológica indescifrable son dos caras de la misma moneda, y razón no les falta, pero una cosa es atribuir facultades a un Dios griego, y otra reconocer la existencia de leyes físicas, solo que son demasiado complejas para ser formuladas en su totalidad de forma consistente a día de hoy.

Por otro lado, a buen seguro, los estados represivos tratan o tratarán de bloquear este fenómeno del Caos 2.0, como también comentamos en el post «La profecía de George Orwell o El 1984 de las Redes Sociales«, puesto que las mismas herramientas sirven tanto de base para la Teoría del Caos 2.0, como también para su represión. Una bipolaridad que aprovecharán ciertos estamentos para intentar apagar lo que verán como un posible foco de inestabilidad, y que, en última instancia, pueden incluso aprovechar para, mediante los mismos medios, tratar de imponer su pensamiento único.

Piensen, reflexionen, imaginen, ideen, creen… lo que parta de sus mentes puede influirles de forma importante tanto a ustedes mismos como al resto de la humanidad. No todo es tan azaroso como puede parecer a simple vista, solo que hay cosas que trascienden nuestras posibilidades y leyes científicas actuales. Como siempre les digo, sean responsables, porque tienen sobre sus hombros muchas más responsabilidades de las que ustedes piensan, y el Caos 2.0 posiblemente sea la más influyente, poderosa e impredecible de todas ellas.

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El Alter Ego en Twitter ó Cuál es nuestra verdadera personalidad

Esta semana nos toca post sencillo, pero creo que interesante. Les hablaré sobre un tema relacionado con las redes sociales al cual le vengo dando vueltas desde que me di de alta en Twitter. Digo Twitter, y no otras redes sociales como Facebook, porque en Facebook la gente se relaciona generalmente con amigos a los que conocen en el mundo real, y por lo tanto se desvirtúa el motivo del presente post: ¿Cómo se comporta la gente en la impunidad del anonimato?.

Todos alguna vez nos hemos encontrado con algún Troll, uno de esos individuos que se dedican a hostigar a todo aquel que difiere en pareceres a los propios, al que simplemente no les ha caído en gracia o al que quieren demostrar su arrolladora personalidad. Las motivaciones de los Trolls las desconozco en realidad, puesto que no soy uno de ellos ni conozco a ninguno en el mundo real, pero a buen seguro que hay multiplicidad de razones por las que se comportan como lo hacen. En realidad no quiero ahondar en ello, sino que más bien en este post nos interesa el simple hecho de que hostiguen a su entorno virtual, cuando muchos no se comportan de la misma forma en el mundo real.

En el mundo real, desde la infancia, todos vamos desarrollando sobre la base de nuestra personalidad capas de comportamiento que “amoldan” nuestro comportamiento natural a la experiencia y a la vida en sociedad. El pasar de los años, la interacción con el resto de la sociedad, los errores cometidos en el pasado, todo eso influye fuertemente en nuestros patrones de comportamiento, y hace que, en la mayoría de los casos, domemos características personales para adaptarlas a nuestro entorno.

Esas capas de comportamiento social que desarrollamos con el paso de los años, pueden desaparecer rápidamente en situaciones como la impunidad y/o el anonimato. Sí, cuando no hay consecuencias para las acciones propias, o cuando el entorno no puede juzgarles por lo que hacen porque no sabe quiénes son, aflora esa bestia interior que algunos llevan dentro. Esos son los Trolls, esos son los dueños de esas cuentas de Twitter que insultan, denigran, atemorizan y amenazan a tantos pacíficos internautas. Amparados en el anonimato de Twitter, y sin miedo a consecuencias graves, sale de forma fácil lo que verdaderamente llevan por dentro, demostrando al mundo que, en algunos casos, los individuos no evolucionan realmente, sino que tan sólo se adaptan a las circunstancias de cada momento.

Y es este adaptarse a las circunstancias de cada momento lo más peligroso de estos individuos. En situaciones de ausencia de autoridad, o en caso de que sean ellos los que la ejerzan sin consecuencias para ellos mismos, afloran comportamientos extremos que nos recuerdan que, en realidad, el ser humano genéticamente ha evolucionado poco desde sus instintos primigenios. Lo que ha ido evolucionando, a saltos eso sí, es la sociedad y la tecnología. Es ni más ni menos lo que se ve en una guerra: individuos capaces de sesgar vidas gratuitamente sin la más mínima consideración, individuos capaces de torturar al prójimo sin compasión, individuos capaces de violar a su antojo… Y es que hay gente que aparenta ser buena persona sólo porque en realidad no se atreven a ser de otra forma por miedo a las consecuencias. Este tipo de individuos están entre nosotros, se cruzan ustedes con ellos por la calle, les saludan amablemente al comprar el pan… sólo que hoy en día nuestra sociedad no es el caldo de cultivo para que se desarrollen esas facetas de su personalidad. Tienen ahí latente su capacidad de hacer sufrir al prójimo, pero no la desarrollan, y probablemente ni ellos, ni nosotros mismos, somos conscientes de lo que pueden llegar a hacer. Es este un horror adicional en las sociedades que se vienen abajo como ocurrió en la extinta Yugoslavia: el ver cómo tu vecino se convierte en un ser sin escrúpulos ni piedad, en un ser cruel hasta el extremo, después de tantos años de convivencia en la ignorancia. Aparte de la aparente isla de paz en la que se ha convertido Occidente en las últimas décadas, no se engañen, el resto del mundo está plagado de conflictos bélicos, y no duden que esto que les describo es el día a día de muchas y aterradas personas.

En el caso de nuestra sociedad, a día de hoy, la democracia y la ausencia de conflictos bélicos mayores ha hecho que las consecuencias socioeconómicas de estas personalidades no se hayan desarrollado con la intensidad con la que podrían hacerlo, pero este post explicaría cómo se articulan las sociedades de guerra y de terror. Además de las terribles consecuencias sociales y personales de este tipo de sociedades, también hay consecuencias socioeconómicas, que bien es cierto que tienen una importancia a menudo eclipsada por el sufrimiento extremo que ocasionan las primeras. En este sentido tengan en cuenta que la economía más eficiente es aquella que aprovecha las cualidades más productivas de cada individuo, y eliminar personas, además de ser un crimen y provocar sufrimiento, elimina recursos productivos de la sociedad que podrían contribuir al progreso económico de sus respectivas empresas, y así contribuir también al progreso socioeconómico del conjunto de la sociedad. La sociedad es una pescadilla que se muerde la cola, lo que promociona se desarrolla, y por lo tanto hacia eso mismo se dirige.

¿Cómo será Twitter en este tipo de sociedades en guerra cautivas del terror social y bélico?. No quieran adivinarlo. Seguramente el odio trascienda el mundo físico y se vierta sobre la blogosfera. Seguramente habrá violentos encontronazos verbales en los que es un alivio que sólo se tengan 140 caracteres para expresar la crueldad que algunos llevan por dentro. Seguramente, y esto es lo más triste, Twitter tan sólo es la punta del iceberg, porque en las sociedades en conflicto, o bien Twitter está férreamente censurado, o bien no hay penetración ni tecnológica ni económica como para que sea un reflejo fidedigno de la sociedad que hay detrás.

Me gustaría quitarles en parte el sinsabor de los párrafos anteriores poniendo una pequeña nota positiva a este post. No sabemos quienes podemos llegar a ser, pero ni en lo malo, ni tampoco en lo bueno. Somos capaces de adoptar muchas actitudes positivas en la sociedad, sólo que la vida a veces no nos brinda la oportunidad de demostrarlo. Todos tenemos capacidades latentes tanto negativas como positivas, desarrollar unas u otras depende a veces del azar de la sociedad que nos toca vivir, pero también del entorno del que nos rodeamos. Ahí está su capacidad de decisión sobre esta aparente arbitrariedad: elijan bien a quienes les rodean, de ello depende parcialmente en lo que se convertirán ustedes mismos. Además también les invito a no dejar a los radicales que se instauren en su propio radicalismo y se acostumbren a él. Construyan relaciones sociales con ellos, intenten que su opinión sobre ellos les importe algo… son redes sociales de contención que, en caso de radicalización, pueden paliar en la medida de lo posible procesos destructivos y autodestructivos. En estos casos a veces funciona el “qué dirán”, que estarán de acuerdo en que en este caso adquiere un claro matiz positivo y deseable. Pero he de admitirles que hay casos en los que nada frenará al ser interior, en los que tan sólo tendremos espacio para asistir como forzados observadores al nacimiento de otro “tú”.

Me despido dejándoles con una pregunta que vuelve al tema inicial: ¿Quiénes somos en realidad?, ¿Como somos en el mundo real o como nos comportamos en el anonimato de Twitter?. Tras las disertaciones anteriores, esta vez creo tener ya una respuesta, les daré dos pistas: “Yo soy yo y mi circunstancia” como decía José Ortega y Gasset y “Conócete a ti mismo” como decía Sócrates. Sobre la primera pista, sinceramente les deseo que no tengamos ninguno de nosotros que vivir circunstancias con las que averiguar a quien llevamos dentro en realidad, al menos para lo malo. Sobre la segunda, estarán de acuerdo en que en determinados casos hay gente que prefiere vivir en la ignorancia, bien sea de los que les rodean, o bien sea de ellos mismos.

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La profecía de George Orwell o El 1984 de las Redes Sociales

Empezaré este post disculpándome por elegir un asunto tan quemado como el de “Gran Hermano” de George Orwell. Sinceramente, el famoso Reality Show de televisión ha hecho que todo lo referido a este tema se relacione con el programa, y que todo aquello que lo cita pase inmediatamente a carecer de la más mínima originalidad. Pero no desisto en reivindicar la extraordinaria capacidad de profetizar del maestro Orwell, ni en comentar cómo nuestro mundo tiende a parecerse a aquel que describe en su famosa novela “1984”, ni en insistir en que más allá de mero título “Gran Hermano” hay toda una filosofía socioeconómica que trasciende de largo la mera observación de los individuos en la que se basa el programa presentado por Mercedes Milá.

Me gustaría no obstante aclarar con ustedes que el hecho de que los ciudadanos se sientan libres de opinar sobre cualquier tema de la vida pública y política de un país, es un signo inequívoco de madurez democrática. Sólo ocurre en aquellos países en los que la tradición democratizadora, y la sensación de seguridad jurídica e ideológica, hacen que los individuos no tengan miedo de expresar sus opiniones libremente y en cualquier foro. Las transiciones de sistemas dictatoriales a democracias consolidadas, son fases convulsas en las que la población hereda el miedo a opinar, no sin motivo, puesto que a menudo siguen presentes en la mente de los ciudadanos las razias de las fuerzas represoras. Ocurrió en la España de la guerra civil y sus consecuencias aún las podemos sentir hoy en día con el eco en nuestras cabezas de los consejos de nuestros abuelos de que no se opina en público sobre política. Es una lección que les costó mucho sufrimiento aprender, pero que el velo de las décadas de democracia borra lenta e inexorablemente.

Personalmente les confesaré que, de todas formas, existe en nuestra sociedad una saturación de la necesidad de opinar. Todo el mundo se siente con juicio y capacidad para opinar sobre cualquier tema, aún a sabiendas de que no se tiene toda la información y/o toda la formación para emitir una opinión correcta. Arreglar el mundo en las reuniones familiares o con los amigos en la tasca es el deporte nacional. Es por evitar este mal común por lo que muchas veces yo me esfuerzo por opinar sólo sobre aquellas cuestiones en las que me he podido detener a reflexionar o sobre las que creo que tengo capacidad y juicio para emitir una opinión digna de consideración. Es difícil que me oigan ustedes opinar sobre temas subjetivos o en los que carezco de información y/o formación. Es esta tendencia a opinar sobre todo lo que se mueve, y que yo trato de evitar, la que contribuye al fenómeno que les comentaba antes, indicativo no obstante, como les decía, de la consolidación democrática.

Pero cambiemos de prisma. Pasemos a plantearnos la forma en que la gente emite hoy en día sus opiniones. Es innegable que la llegada de las Redes Sociales ha encauzado esta necesidad de opinar sobre todo. Todos tenemos nuestros timelines llenos de opiniones personales, algunas fundamentadas y otras no. Twitter y Facebook han hecho que se multipliquen las opciones para que la gente opine sobre todo y lo dé a conocer al mundo. Y he aquí el peligro de ello: el soporte. Sí, el soporte informático hace que, como todos ustedes saben, por un coste reducido en espacio de almacenamiento, todos nuestros “likes” y “tweets” se queden registrados para la posteridad, y lo que hoy en día es la insignificante opinión de un ciudadano cualquiera, puede volverse el día de mañana en la clave para arrestar por cuestiones ideológicas a un individuo. ¿Se imaginan ustedes el poder de un órgano represivo con la información de Facebook o Twitter?. Es el dorado de la información clasificada sobre los ciudadanos de a pie, y somos todos nosotros los que lo hemos construido voluntaria y libremente en una demostración de democratización de nuestra sociedad, pero sentando las bases de un peligro futuro en caso de que sea mal utilizada.

Y ya no es sólo el hecho de que queden registradas las opiniones de toda la población hiperconectada, es que también se registran sus relaciones de afinidad y amistad. Cierto ideólogo decía “Para dominar a una persona debes conocer quiénes son sus amigos y sus enemigos”. De los enemigos por ahora no hay red social que los registre (en el futuro ya veremos), pero los amigos y la afinidad son evidentes en Facebook o Twitter. Lo que a un servicio secreto le costaba semanas o meses averiguar, a base de interrogatorios interminables, ahora lo tiene al alcance de un solo click.

Y es éste el “Gran Hermano” de verdad, y no el de la televisión. Todas nuestras opiniones, todas nuestras relaciones, todo detalladamente inventariado y clasificado, a disposición de cualquiera que quiera acceder a ello. Vamos, que Himmler soñaba con lo que ahora regalamos a cambio tan sólo de poder usar una herramienta de forma gratuita. Por ahora nuestra información personal se segmenta y se vende sólo para hacer marketing, pero ¿Quién sabe lo que nos deparará el futuro?.

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Nota del autor: si le ha gustado este post, he escrito posteriormente una segunda parte que creo que encontrará igualmente interesante: «El Gobierno del Software o Cómo controlar
a las masas con las redes sociales
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