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El Gobierno del Software o Cómo controlar a las masas con las redes sociales

Habrán leído sobre los polémicos experimentos llevados a cabo por Facebook entre sus usuarios. Me gustaría profundizar aquí en las inquietantes y poco comentadas consecuencias finales de este tipo experimentos, puesto que la polémica en la red se ha centrado tan sólo principalmente en su no respeto a la privacidad, y al hecho de que no se ha pedido a los usuarios su consentimiento expreso para participar en los mismos: estos dos puntos son sólo la punta del iceberg.

Para los que no han estado al tanto de estos experimentos, simplemente les resumiré que Facebook realizó experimentos no consentidos con las cuentas de casi 700.000 usuarios de habla inglesa. Los experimentos eran bastante básicos, y se limitaban a comprobar el nivel de interacción y uso de la red social dependiendo de si los usuarios leían de sus amigos comentarios o bien positivos en un primer grupo, o bien negativos en un segundo grupo. La red social argumentó que era legítimo tratar de obtener información para su negocio sobre cómo fidelizar y aumentar el uso de la plataforma, y que este tipo de prácticas, conocidas en el sector como “A/B testing”, son habituales en muchas webs, que prueban si una forma de presentar los contenidos es más adecuada que otra para fidelizar a sus usuarios. Los usuarios se quejaban de que los experimentos sentaban un precedente muy peligroso para discriminar a unos usuarios frente a otros, cuando los algoritmos deberían ser igualitarios y tratar por igual a todos los usuarios.

Sin tomar parte por unos o por otros, profundicemos en el tema de los experimentos sociales, que aquí hay mucha miga. Ya les comenté hace tiempo en el post «La profecía de George Orwell o El 1984 de las Redes Sociales» que las redes sociales pueden servir de vehículo para la vigilancia y seguimiento intensivo de los individuos. Son herramientas que, en caso de ser mal utilizadas, dan al que las gobierne un poder casi absoluto sobre la ciudadanía. Por otro lado, los políticos siempre han sentido una lógica debilidad por la psicología social y de masas; como muestra de ello, no hay más que ver lo acostumbrados que nos tienen a los bailes cruzados de intereses y escándalos con los medios de comunicación tradicionales. Las nuevas posibilidades que en este sentido abren las redes sociales suponen una peligrosa herramienta, incluso en tiempos de democracia como los actuales, puesto que el que gobierna las masas, gobierna los votos, y acaba gobernando el país, con todo lo que ello conlleva.

La prensa tradicional era mucho menos intrusiva que las redes sociales. Todos nos podíamos hacer una cierta idea de la afiliación política de nuestro entorno por el periódico que compraban, pero ahora con las redes sociales la información es mucho más profusa y detallada. Antes no se sabía la reacción de cada lector ante cada noticia o tema concreto. Ahora, con las redes sociales, la opinión sobre todo like de Facebook que se mueva es cuasi-pública y, lo más peligroso, queda registrada. Lo único que puede permanecer privado hoy en día es lo que no se teclea.

Pero la cosa no queda en catalogar a los usuarios y conocer su opinión sobre todo lo que circula por las redes sociales. Los experimentos sociales abren la puerta a nuevas posibilidades para manipular en masa la opinión de los ciudadanos, lo cual, en países y tiempos de democracia y “libertad”, es igual o más tentador que en tiempos de represiones violentas. Es tecnológicamente muy sencillo analizar el impacto de una forma u otra de exponer una noticia, de cómo nos afecta el que la primera información que nos llega de un tema sea un comentario de un amigo de aprobación o desaprobación… y aprender de ello. Al final nuestras opiniones corren el riesgo de acabar dependiendo de cómo estén programados los algoritmos sociales que nos presentan en Facebook o Twitter unas u otras noticias en base a nuestro perfil y a cómo se nos ha segmentado. Ante ustedes tienen una nueva era tecnológica basada en la ingeniería social, la Era del Gobierno del Software, y, efectivamente, con esto se puede conseguir ponerle puertas al campo, o más bien, a nuestras mentes.

¿Creen que todo esto es un tema un poco paranoico?. Recuerden que el futuro es impredecible, y que muchas veces la realidad supera a la ficción. Para que puedan valorar un poco más el tema que tratamos, les animo a que lean un artículo que, si bien en condiciones normales podría ser calificado de curioso, tras los párrafos anteriores adquiere un matiz inquietante. El artículo en cuestión es “How Advanced Socialbots Have Infiltrated Twitter”  Les resumiré que la noticia habla de un estudio por el que una universidad brasileña ha liberado en Twitter unos cuantos robots que se dedicaron a publicar ciertos tuits sintéticos sobre ciertos temas, y a hacerse seguidores de otros usuarios. Lo sorprendente del asunto es que muchas cuentas reales se hicieron seguidores suyos, con lo cual su capacidad de influenciar a personas reales se volvió relevante. Como muestra de ello, el índice Klout (estándar que mide la influencia de un usuario) que obtuvieron superó en algunos casos incluso la de reputados académicos en los temas de los tuits sintéticos. Ahí es nada. Recuerden lo que les comentaba antes de los experimentos sociales y de cómo nos pueden influenciar las personas a las que seguimos en Twitter o Facebook, si ahora añadimos que esas personas que nos influyen pueden ser robots programados, ya tienen ustedes un mando de control remoto que, en vez de abrir la puerta de su garaje, abre o cierra nuestras mentes a determinadas ideas, siempre a conveniencia del programador del bot en cuestión.

Me despediré haciéndoles reflexionar sobre el hecho de que tal vez a día de hoy puedan ustedes confiar en Facebook o en Google, pero su información y sus relaciones en las redes sociales ya les pertenecen a ellos, y nadie sabe de qué señor serán vasallos en el futuro. Recuerden la famosa frase que dice que, en internet, cuando ustedes usan un servicio gratis, el producto que están vendiendo es usted. Añadimos con este post que esto puede ocurrir también para servicios de pago, bien sea para segmentarnos y vendernos algo, bien sea para vender la capacidad de influencia sobre nuestra forma de pensar. Lo segundo en concreto abre peligrosamente una caja de Pandora que no debería abrirse jamás.

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El In-Store Surveillance y la brecha social o El marketing como nuevo sistema de castas a la occidental

¿Quién no conoce de alguien que, siendo de clase media, se ha aventurado a mirar bolsos en una tienda de lujo sabiendo perfectamente que allí no podía permitirse ni un monedero?. Seguro que conocemos varios casos a nuestro alrededor de gente que, aunque acaba diciendo que se lo va a pensar porque que no le convence el color y se va sin comprar nada, ha pasado un rato agradable siendo tratado como si fuese rico, con todas las amabilidades por parte del dependiente. No les discutiré lo pueril de esta forma de comportarse, por la que durante unos minutos hay personas que viven una ilusoria fantasía que deja al descubierto cuáles son sus ambiciones y metas en esta vida, pero también es cierto que esa posibilidad de que cualquiera se pueda pasear por las tiendas de la milla de oro de Madrid, o por el Paseo de Gracia de Barcelona, es algo que podemos considerar como fruto de un proceso democratizador.
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Sí, democratización en el trato al cliente. Algo que posiblemente rebaje la conflictividad entre clases sociales, porque cada cual no se siente tan atado al lugar que ocupa, y ve más cercana la posibilidad de progresar económicamente si es que ésa es una de sus metas en esta vida. Creo que el no vernos encasillados en una suerte de casta infranqueable, es algo que, en mayor o menor medida, nos ayuda a todos a sentirnos más iguales, o al menos a tener la esperanza de poder cambiar si es lo que deseamos.

Así, todo el que haya entrado en tiendas como Tiffany’s en la Quinta Avenida de Nueva York, sabe que te tratan como a un multimillonario, aunque entres calzado con deportivas y vayas en camiseta. No se equivoquen. Los negocios de tiendas de lujo están ahí para ganar dinero. Y para ganar dinero tienen que vender esos productos con precios tan elevados. No son una atracción turística para hacer sentir a los visitantes a la ciudad como si estuvieran en la película de “Desayuno con Diamantes”. Están ahí para vender, y cuanto más, mejor. Es por ello por lo que, obviamente, han de dedicar su tiempo y atenciones a quien les pueda comprar esas joyas y relojes de precios astronómicos. El caso es que hoy en día, al menos en Occidente, el aspecto personal no tiene por qué ser obligatoriamente indicativo del poder adquisitivo de cada uno. Por eso se esmeran tanto con casi cualquiera. Porque detrás de un cliente calzado con unas deportivas puede haber un millonario.

Pero con la llegada de internet, la extrema tecnificación de todos los aspectos de nuestra vida, y el Big Data, esto tiene serios visos de acabarse. Está claro que ya hay tecnologías que incluso los comercios físicos utilizan para controlar nuestros movimientos por sus supermercados y tiendas. Sí, lo que oyen, es lo que se denomina “In-Store Surveillance”, y se basa en que consiguen identificar su móvil si lleva la wi-fi habilitada. Empresas como Euclid ya están comercializando soluciones dirigidas a este nuevo mercado. Gracias a este tipo de soluciones a usted le controlan para ver por dónde va, qué compra, le ofrecen cupones de descuento en el acto, incluso hay tecnología para medir su expresión facial al mirar un producto y conseguir saber si se siente tentado o no a comprarlo. Con todo esto, el comercio del Brick&Mortar (el físico tradicional) trata de recortar posiciones con respecto a las tiendas virtuales en cuanto a marketing e información del cliente. Estarán de acuerdo que esto es algo que, junto con el Big Data, puede dar unos frutos que incluso vulneren nuestro derecho a la intimidad.

Pero no nos apartemos del tema. Volvamos a la democratización de la atención al cliente. Como decíamos antes, dada la necesidad o meta por parte de los negocios de saber quiénes son clientes potenciales y quiénes son sus mejores clientes, es inevitable que acaben almacenando y utilizando información de todos nosotros para vendernos más y mejor. Con ello, se pueden acabar los tiempos en los que te ponen la alfombra roja sólo por franquear la puerta de Loewe. Sabrán quienes somos cada uno, y nos dispensarán un trato acorte a nuestra intención y poder de compra en su negocio. ¿Qué se creen que hacen los CRMs de las empresas cada vez que llama usted por teléfono a una de las líneas de atención al cliente?. ¿Qué se creen que hace Amazon cuando usted va navegando inocentemente por sus páginas?. Lo guardan y lo procesan todo. Y el negocio físico no quiere quedarse atrás en esta tendencia.

Las implicaciones socioeconómicas, algunas de las cuales ya perfilaba antes, no son nada despreciables. Todos nos sentiremos más pertenecientes a la clase social de la que provenimos, puesto que en muchos sitios seremos tratados acorde a ello. Y esto puede acrecentar la brecha social en un país que cada vez está más polarizado entre los que pueden comprar y los que apenas pueden hacerlo. Los ricos van a seguir siendo tratados con trato preferente como siempre, solo que ahora los menos favorecidos serán tratados de otra forma, y los únicos que pueden ganar algo son los dependientes que dedicarán su tiempo, amabilidad y esfuerzos principalmente sólo a los que se los van a devolver en Euros. Algunos venimos hablando desde hace tiempo de la posible llegada de un orwelliano Gran Hermano estilo 1984 a nuestras sociedades (“La profecía de George Orwell o El 1984 de las Redes Sociales”), y lo que estamos analizando  en este post es que, aparte del auténtico Gran Hermano auspiciado por ciertos gobiernos, lo que tenemos adicionalmente es una inminente multitud de Pequeños Hermanos que, cada uno dentro de las posibilidades de su empresa, hacen lo mismo pero a otra escala. Sólo falta un elemento que agregue estos Pequeños Hermanos para dar a luz al Gran Hermano del marketing, que lo puede ser de muchas otras cosas por la polivalencia de la información que manejará. Este Gran Hermano del marketing podría interactuar con el Gran Hermano gubernamental resultando en consecuencias insondables, y además les diré que es algo cuya estructura constitutiva ya está perfilada. Si no me creen, fíjense en el “Re-targeting”. ¿Que qué es esto?. Muy sencillo, es una de las técnicas de marketing más efectivas conocidas hasta el momento, que arroja cifras de hasta un 60% de éxito. Se basa en ofrecer a los clientes productos por los que ya han mostrado interés previamente. ¿No han mirado ustedes una impresora en Amazon y ahora en cualquier web que visitan en Internet, aunque no tenga nada que ver, les aparecen ofertas del modelo exacto de impresora que estuvieron curioseando?. Eso es precisamente el Re-targeting. No sólo saben de usted lo que hace y lo que piensa, sino ahora también saben lo que usted desea.

Con todo ello, y si también deja de haber igualdad de oportunidades en nuestra sociedad, tendremos un sistema de castas como en La India pero con regusto occidental, que además será mucho más tecnificado, y por lo tanto, mucho más certero, amplificado e infranqueable. Acólchense su silla, porque cada vez es más probable que la ocupen durante el resto de su vida.

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Ilustración por @el_domingobot

La profecía de George Orwell o El 1984 de las Redes Sociales

Empezaré este post disculpándome por elegir un asunto tan quemado como el de “Gran Hermano” de George Orwell. Sinceramente, el famoso Reality Show de televisión ha hecho que todo lo referido a este tema se relacione con el programa, y que todo aquello que lo cita pase inmediatamente a carecer de la más mínima originalidad. Pero no desisto en reivindicar la extraordinaria capacidad de profetizar del maestro Orwell, ni en comentar cómo nuestro mundo tiende a parecerse a aquel que describe en su famosa novela “1984”, ni en insistir en que más allá de mero título “Gran Hermano” hay toda una filosofía socioeconómica que trasciende de largo la mera observación de los individuos en la que se basa el programa presentado por Mercedes Milá.

Me gustaría no obstante aclarar con ustedes que el hecho de que los ciudadanos se sientan libres de opinar sobre cualquier tema de la vida pública y política de un país, es un signo inequívoco de madurez democrática. Sólo ocurre en aquellos países en los que la tradición democratizadora, y la sensación de seguridad jurídica e ideológica, hacen que los individuos no tengan miedo de expresar sus opiniones libremente y en cualquier foro. Las transiciones de sistemas dictatoriales a democracias consolidadas, son fases convulsas en las que la población hereda el miedo a opinar, no sin motivo, puesto que a menudo siguen presentes en la mente de los ciudadanos las razias de las fuerzas represoras. Ocurrió en la España de la guerra civil y sus consecuencias aún las podemos sentir hoy en día con el eco en nuestras cabezas de los consejos de nuestros abuelos de que no se opina en público sobre política. Es una lección que les costó mucho sufrimiento aprender, pero que el velo de las décadas de democracia borra lenta e inexorablemente.

Personalmente les confesaré que, de todas formas, existe en nuestra sociedad una saturación de la necesidad de opinar. Todo el mundo se siente con juicio y capacidad para opinar sobre cualquier tema, aún a sabiendas de que no se tiene toda la información y/o toda la formación para emitir una opinión correcta. Arreglar el mundo en las reuniones familiares o con los amigos en la tasca es el deporte nacional. Es por evitar este mal común por lo que muchas veces yo me esfuerzo por opinar sólo sobre aquellas cuestiones en las que me he podido detener a reflexionar o sobre las que creo que tengo capacidad y juicio para emitir una opinión digna de consideración. Es difícil que me oigan ustedes opinar sobre temas subjetivos o en los que carezco de información y/o formación. Es esta tendencia a opinar sobre todo lo que se mueve, y que yo trato de evitar, la que contribuye al fenómeno que les comentaba antes, indicativo no obstante, como les decía, de la consolidación democrática.

Pero cambiemos de prisma. Pasemos a plantearnos la forma en que la gente emite hoy en día sus opiniones. Es innegable que la llegada de las Redes Sociales ha encauzado esta necesidad de opinar sobre todo. Todos tenemos nuestros timelines llenos de opiniones personales, algunas fundamentadas y otras no. Twitter y Facebook han hecho que se multipliquen las opciones para que la gente opine sobre todo y lo dé a conocer al mundo. Y he aquí el peligro de ello: el soporte. Sí, el soporte informático hace que, como todos ustedes saben, por un coste reducido en espacio de almacenamiento, todos nuestros “likes” y “tweets” se queden registrados para la posteridad, y lo que hoy en día es la insignificante opinión de un ciudadano cualquiera, puede volverse el día de mañana en la clave para arrestar por cuestiones ideológicas a un individuo. ¿Se imaginan ustedes el poder de un órgano represivo con la información de Facebook o Twitter?. Es el dorado de la información clasificada sobre los ciudadanos de a pie, y somos todos nosotros los que lo hemos construido voluntaria y libremente en una demostración de democratización de nuestra sociedad, pero sentando las bases de un peligro futuro en caso de que sea mal utilizada.

Y ya no es sólo el hecho de que queden registradas las opiniones de toda la población hiperconectada, es que también se registran sus relaciones de afinidad y amistad. Cierto ideólogo decía “Para dominar a una persona debes conocer quiénes son sus amigos y sus enemigos”. De los enemigos por ahora no hay red social que los registre (en el futuro ya veremos), pero los amigos y la afinidad son evidentes en Facebook o Twitter. Lo que a un servicio secreto le costaba semanas o meses averiguar, a base de interrogatorios interminables, ahora lo tiene al alcance de un solo click.

Y es éste el “Gran Hermano” de verdad, y no el de la televisión. Todas nuestras opiniones, todas nuestras relaciones, todo detalladamente inventariado y clasificado, a disposición de cualquiera que quiera acceder a ello. Vamos, que Himmler soñaba con lo que ahora regalamos a cambio tan sólo de poder usar una herramienta de forma gratuita. Por ahora nuestra información personal se segmenta y se vende sólo para hacer marketing, pero ¿Quién sabe lo que nos deparará el futuro?.

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Nota del autor: si le ha gustado este post, he escrito posteriormente una segunda parte que creo que encontrará igualmente interesante: «El Gobierno del Software o Cómo controlar
a las masas con las redes sociales
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