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¿Cómo debería España hacer la transición hacia un nuevo modelo productivo?
Llevamos literalmente años oyendo hablar de que España debe dejar atrás un modelo productivo basado principalmente en el ladrillo. Hacer este tipo de comentarios, sea en campaña electoral o no, no aporta absolutamente nada. No sólo porque resultan evidentes, sino porque el modelo productivo basado fundamentalmente en el ladrillo, no es que haya que cambiarlo, es que ya no existe. Lo que hay que hacer es crear un nuevo modelo productivo. Y para esto echo en falta propuestas creativas, razonables y de futuro por parte de nuestros políticos. En este artículo les traemos algunas propuestas que espero encuentren interesantes, y que tratan de demostrar que, cuando se tiene verdadero interés, y uno se pone a trabajar y a pensar, se puede dar con ideas (creo que) de futuro.
La igualdad de oportunidades traída por la tecnología o Cómo los APIs públicos incrementan el fair play en Internet
Hoy les traigo un tema interesante por el impacto tan relevante que está teniendo ya a día de hoy en nuestro panorama tecnológico, así como por sus importantes implicaciones socioeconómicas. La mayoría de los ciudadanos ya se han acostumbrado a no despreciar ni un ápice las posibles influencias que los nuevos avances tecnológicos pueden traer a sus vidas. Los smartphones y los ecosistemas de aplicaciones han cambiado el día a día de mucha gente, y es ya una especie de cultura básica el saber utilizar nuestros teléfonos inteligentes y algunas aplicaciones clave.
No teman, si bien el tema de hoy tiene una base evidentemente técnica, ya saben que acostumbro a explicar de forma muy clara y sencilla las bases tecnológicas de los avances que les explico, para alcanzar al final unas conclusiones generales sobre su impacto en nuestras socioeconomías y en nuestra forma de vida.
Empecemos por explicar brevemente el concepto de API. Un API (o “Application Program Interface” según sus siglas en inglés), se podría definir como un conjunto de programas informáticos que permiten acceder de una forma determinada y estándar a la funcionalidad que da un programa de mayor dimensión. Es decir, por ejemplo, cojamos su cuenta de Facebook. Todo lo que usted publica o escribe en Facebook va a sus servidores en internet, y para acceder a esos servidores usted puede usar o bien la aplicación oficial de Facebook, o bien cualquier otra aplicación de otro programador que la haya hecho para venderla en Google Play o la AppStore. ¿Cómo sabe esa aplicación de terceros acceder a su información que está en los servidores de Facebook? Muy sencillo, con un API publicado por Facebook que describe qué y cómo preguntar por información a sus servidores. De esta manera, cualquier desarrollador que esté interesado en ello puede crear su propio programa para acceder a Facebook, y por ejemplo presentarle a usted un albúm de cumpleaños con todas las fotos suyas que sus amigos han cargado en Facebook este año.
Bien, a estas alturas ya tienen el concepto de API. Vayamos un poco más allá. El caso de Facebook es sencillo, pero ¿Qué me dicen por ejemplo de una aplicación de planificación de viajes que acceda a los servidores de Renfe para ofrecerle un viaje hecho a medida que incluya unos billetes de AVE con su correspondiente precio y disponibilidad? Ufffff, el tema se complica, puesto que pasamos a hablar de información crítica de una compañía, que necesita proteger porque es esencial para su operativa diaria, por no hablar ya de su carácter estratégico. Pero es cierto que cada vez más el mercado está demandando aplicaciones como la que les describo. Es más, Renfe en este caso podría aprovecharse de la “Comunidad” de desarrolladores que hacen por su cuenta una aplicación que le va a reportar ventas por la módica cantidad de 0€. Obviamente, esos desarrolladores querrán vender su aplicación en Google Play o la AppStore, o tal vez la aplicación sea gratuita y funcionen sólo por comisión sobre venta.
Ambas opciones suponen un nuevo modelo de negocio con claras ventajas para Renfe, pero el tema que quería abordar hoy con ustedes al respecto es más profundo. Aquel concepto de “Comunidad” difusa que nadie comprendía muy bien pero que ha llegado a producir excelentes sistemas operativos como Linux que se están comiendo el mercado, adopta ahora otro cariz. Ahora la comunidad no sólo acomete proyectos generalistas de informática, sino que una especie de comunidad formada por los desarrolladores presentes en los ecosistemas de aplicaciones, es capaz de hacerle a usted sin ningún coste de entrada una aplicación. La importante derivada de esto es el principal tema de este post: para ello usted debe darle con un API acceso a cierta parte de su información más preciada. El acceso a la información que a priori era impensable que les empresas permitiesen hace tan sólo unos años, ahora se vuelve estratégico para las compañías, y son ellas mismas las que publican APIs para facilitar a terceros el acceso a sus sistemas.
Obviamente, la seguridad es un tema clave. Hay que dotarse de una infraestructura que permita compartir de forma segura sólo aquella información que se desea hacer pública. Además hay que tener un especial cuidado con los accesos que sin duda los hackers intentarán hacer a nuestros sistemas, puesto que con unas APIs mal diseñadas serán capaces de entrar en nuestros servidores informáticos hasta la cocina, y hacerse con preciada información, o bien provocarnos un desastre. Con este fin hay en el mercado diversas plataformas de gestión de APIs, dicho sea de paso.
Otra consecuencia muy importante es que este nuevo paradigma socioeconómico supone una mejora del fair play dentro del sector de la tecnología: cualquiera con ideas, ganas, tiempo y recursos puede desarrollar una aplicación para vender billetes de Renfe o de productos y servicios de cualquier otra compañía. Sin duda un nuevo aspecto del progreso en la igualdad de oportunidades que son una de las bases esenciales de las sociedades occidentales.
Pero el trasfondo de este tema es que la economía y la socioeconomía han dado un giro radical respecto a la custodia y compartición de la información empresarial y el acceso a sus servidores. Han pasado de una posición claramente defensiva y cuasi-paranoica, a una mentalidad abierta en la cual ceden parte del núcleo de su negocio a cambio de un potencial beneficio. Podríamos acuñar esto como una democratización de la información de las empresas. Una política de claro y trasgresor aperturismo informático que reporta claras ventajas para consumidores, para la comunidad de desarrolladores y para las propias empresas. Un claro ejemplo de win-win a tres bandas, que supone un progreso socioeconómico real para nuestras sociedades, no sólo por el impacto en el corto plazo de la gran utilidad para todas las partes de las nuevas aplicaciones que se están desarrollando con las APIs, sino también por el gran progreso a largo plazo que suponen estos cambios de paradigma empresarial y socioeconómico que estructuran el tejido social y productivo de las sociedades que lo adoptan. El factor desencadenante es tener más beneficios. La consecuencia a largo plazo es hacernos lograr el progreso socioeconómico. Como muchas otras veces, la disyuntiva que algunos plantean de “dinero o socioeconomía” se resuelve en este caso serializando en una secuencia temporal de “primero se intenta generar más dinero, y en ése intento se acaba haciendo progresar la socioeconomía”. No siempre ocurre de esta manera, pero al menos, cuando tengamos claro que va a ser así, no seamos ni reaccionarios ni tímidos en adoptar unos cambios que nos acaban haciendo progresar como sociedad.
El impacto del pánico colectivo sobre el progreso o El lógico miedo ante lo desconocido
Hace algún tiempo leí un extracto de prensa de finales del siglo XIX en el cual el autor reflejaba la preocupación existente en la época por las velocidades alcanzadas por el entonces revolucionario ferrocarril. Más concretamente, la sociedad se preguntaba por los efectos sobre la salud de viajar a una velocidad tan desorbitada como los 60Kmh alcanzados en la época, pues en muchos círculos se pensaba que a largo plazo era perjudicial para el cuerpo humano.
Obviamente, el discurrir de los años y el progreso han demostrado que aquellos miedos eran totalmente infundados, y hoy en día viajamos a velocidades muy superiores sin efectos nocivos para la salud. Pero no es este hecho concreto en el que me quiero detener para reflexionar con ustedes. Lo que nos interesa de este tema es cómo el miedo ante lo desconocido puede frenar el progreso, o, si se mira desde el otro punto de vista, cómo un supuesto avance puede desencadenar un cataclismo socio-sanitario en el planeta.
Para empezar, es justo decir que el miedo es humano y… necesario para nuestra supervivencia, puesto que implica precaución, lo cual permite anticiparse a futuros problemas. Pero, ¿Hasta qué punto en estos temas nos estamos preocupando por algo real, o estamos frenando el progreso humano con miedos vanos e infundados?. Cada tema en el que se nos plantea este tipo de disyuntiva es total y técnicamente distinto, por lo que es imposible generalizar. Pero es cierto que lo desconocido es imprevisible por nuestra propia ignorancia en el tema, con lo que lo menos que podemos hacer es poner las tecnologías en cuarentena gradual y controlada, hasta que el paso de los años vaya demostrando si verdaderamente son inocuas. El problema es que, cuando hay negocio detrás, este “gradual y controlada” puede pasar a obedecer más a necesidades de mercado que a prudencia y reglamentación sanitaria.
Con la evolución exponencial de la tecnología que se da en nuestros días, tenemos diversos campos y ejemplos en los que nos enfrentamos a estos problemas. Por la generalización de las comunicaciones móviles, tal vez el más mediático de ellos sea el de cómo las radiaciones electromagnéticas pueden afectar a la salud. Algo que no está demostrado que sea perjudicial… pero que tampoco está demostrado que sea inocuo.
Otro campo de ignorancia en el que la evolución la tecnología es superior al de nuestros conocimientos sobre su impacto en la salud, es el del modo de vida del siglo XXI. La masiva disponibilidad de información, así como su inmediatez, se traducen en una sobre-estimulación sensorial y de actividad cerebral que no se ha dado nunca antes en la historia de la humanidad. Ya no hay esperas mirando el techo, ya no hay ratos de aburrimiento, casi todo es híper-conexión y permanente actividad mental, bien sea leyendo, bien sea escribiendo. Los niños tampoco están a salvo de esta tendencia, puesto que, aunque su grado de contacto con la tecnología suela ser inferior al que tienen los adultos, hay una tendencia generalizada a sobre-estimularlos permanentemente con actividades que, si bien en cierta medida pueden ser beneficiosas, llevadas a los niveles habituales de hoy en día algunos opinan que pueden ser causa de diversas anomalías de comportamiento, que muchas veces no veremos hasta que sean mayores dentro de unos años.
Un último avance en torno al cual se está creando cierto pánico colectivo es el que se refiere a las pantallas retroiluminadas y sus efectos sobre la visión. Las pantallas LCD emiten mucha más luz de onda corta que la existente en nuestro entorno natural. Es por ello por lo que ciertos sectores están alertando de los efectos a largo plazo sobre la visión que puede provocar leer en las pantallas de smartphones, tablets y pantallas planas. De nuevo, no sabemos a ciencia cierta qué es real y qué infundado, pero hay gente que cree que el “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago puede ser más factible de lo que pensamos.
Me despediré hoy aconsejándoles que, aunque no es cuestión de volverse un Amish, no es conveniente abusar de tecnologías cuyas consecuencias son aún desconocidas a largo plazo. Tal vez en unos años ciertas precauciones les sonarán ridículas, al igual que les parecerá hoy en día la del ferrocarril del siglo XIX que abría este post, pero lo que es seguro es que es preferible pensar que uno se ha pasado de prudente, a pagar unas consecuencias que pueden afectar gravemente a nuestra salud y la de los que nos rodean. No cometan el error de creerse más inteligentes que sus antepasados de hace dos siglos, la genética no avanza tan rápido. Somos igual de inteligentes, tan sólo estamos técnicamente más avanzados. Si ustedes hubiesen nacido hace doscientos años, seguramente tendrían los mismos miedos y se harían las mismas preguntas sobre la velocidad. Y recuerden, por mucha opinión formada que puedan tener sobre un tema, por mucha información que hayan podido leer al respecto, nadie, repito nadie, puede adivinar el futuro. Y ante la incertidumbre, lo mejor es optar por la prudencia en su justa medida.
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Por qué los músicos adoran a sus fans o Por qué los políticos no aprecian a sus votantes
Sé que las dos preguntas del título no parecen tener mucho que ver. En realidad están íntimamente relacionadas, y lo que es más importante, en este post veremos qué pueden hacer ustedes para mejorar la respuesta que menos les gusta.
La primera idea que me ha llevado a hacer esta reflexión es una pregunta intrigante: Si tanto músicos como políticos reciben sus ingresos, estatus y poder del pueblo en general, ¿Por qué responden luego a la gente con actitudes tan dispares?.
Empecemos con los músicos. Los artistas en general reciben mucho de sus fans, mucho cariño, mucha admiración, mucho respeto… Y es por ello por lo que la gran mayoría de los músicos se sienten en deuda con sus seguidores, y sienten que deben corresponderles de alguna manera. Por ello, la mayor parte de los artistas cuidan tanto, y quieren a sus fans. Pero es que además hay otro tema: el de la calidad del vínculo desarrollado entre artistas y fans. Este vínculo se basa generalmente en la sinceridad. Sí, como leen. El artista suele transmitir con sus obras lo que siente en su interior, lo que piensa, lo que le inspira el mundo a su alrededor… y esto el músico normalmente lo transmite con sinceridad (con permiso del marketing, según vimos en el post «El In-Store Surveillance y la brecha social o El marketing como nuevo sistema de castas a la occidental«).
Es precisamente la sinceridad lo que da esa calidad a su relación con sus seguidores. Se saben correspondidos en la mayoría de sus sentimientos más íntimos. Se ven reflejados en su obra y en sus fans. Sienten a sus seguidores como parte de sí mismos. Se sienten identificados.
Pasemos ahora a los políticos. Antes de nada, decir que no hay nada más lejos de mi intención que afirmar que todos los políticos son iguales; sin embargo, sí diré que uno de los mayores problemas de las democracias es que el perfil político actual predominante deja mucho que desear. El vínculo entre políticos y votantes suele ser desgraciadamente un vínculo destructivo, viciado, podrido desde su raíz… y les voy a explicar por qué. Al igual que el artista basa el vínculo con sus fans en la sinceridad, el político lo basa en todo lo contrario. En periodo electoral, la mayoría de los políticos tratan simplemente de decir lo que tienen que decir para ganar las elecciones. Luego la realidad de los cuatro años siguientes suele resultar ser muy distinta. Lo peor es que demasiados políticos son conscientes de estas divergencias desde la campaña electoral, pero no lo dicen. ¿Cómo llamarían a esto?. No sé si es engañar, pero en todo caso estarán de acuerdo que es no decir toda la verdad, siendo una verdad importante y que afecta de manera muy relevante a la vida de muchas personas. Y a mí eso ya me vale para catalogar a un individuo.
Tenemos pues que demasiados políticos no dicen toda la verdad a sus votantes. Pero a pesar de ello, alguno gana las elecciones, lo cual es su objetivo principal. Esto es un vínculo basado en la (llamémoslo) no-sinceridad. Es por ello por lo que el político no se siente identificado con el electorado, no se ve reflejado en ellos, no transmite lo que verdaderamente lleva en su interior, y por lo tanto no se siente en deuda ni desarrolla ningún vínculo afectivo con sus votantes. Es más, puesto que se ha salido con la suya a nuestra costa, es probable hasta que nos tenga en baja estima intelectual. De ahí que luego no piense que nos deba nada a la ciudadanía, ni valore personalmente a cada una de las personas que les hemos dado su capacidad de ganar dinero, estatus y poder.
Visto lo visto, no duden que el mayor problema de las democracias es que las capacidades para ganar las elecciones son totalmente diferentes a las necesarias para gobernar bien. De los polvos del vínculo de la campaña electoral, los lodos de los cuatro años siguientes.
¿Y qué podemos hacer para solucionar esto?. Lo tienen ustedes muy fácil: apliquen la lección aprendida del mundo de la música a cómo ejercen ustedes su democrático derecho al voto. No les voy a decir que elijan a sus políticos con cariño, sería un claro error. Sus ídolos pueden elegirlos con el corazón, pero, por favor, elijan a sus políticos con la cabeza, y a poder ser bien fría. Lo que realmente intento decirles es que, en esta vida, para recoger a menudo hay que dar primero, y generalmente uno recoge lo que siembra. Si eligen ustedes a nuestros políticos con estupidez, sólo obtendrán estupidez a cambio, y, de verdad, no se me quejen cuando les traten como a estúpidos. Si los eligen con inteligencia y raciocinio, ellos les valorarán y les respetarán como votante. No se equivoquen, para nada estoy culpando a los ciudadanos del panorama político actual. De hecho, estoy convencido de que nuestra sociedad no se ha equivocado tanto como para tener estos políticos. Pero no olviden que somos una democracia, y que está en nuestra mano cambiar las cosas.
Me despido diciéndoles que, salvando las enormes distancias, desde este modesto blog, es con esa misma sinceridad musical con la que les escribo. Por eso yo les valoro también a ustedes mucho. Y no se lo digo para que me voten como a los políticos, ya saben perfectamente que ésa nunca es la intención de mis líneas. Lo único que busco es reflexionar juntos y enriquecernos mutuamente. A ver cuántos políticos pueden decirles lo mismo.
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La quema de libros está obsoleta o Cómo la digitalización facilita la perpetuación de la homogeneización cultural
La quema de libros es un símbolo muchas veces enarbolado a lo largo de la historia. Hay hogueras literarias que van desde la quema de libros llevada a cabo por los nazis el 10 de Mayo de 1933 como parte de su “Acción contra el espíritu anti-alemán”, hasta la quema de libros relatada por Cervantes en su magistral novela de ficción “Don Quijote”, que empieza con el caballeresco “Las sergas de Esplandián” a proposición del barbero. Son episodios que se suelen grabar en la memoria del que los lee, puesto que los libros hoy en día se consideran en general un bien cultural, y su destrucción a gran escala toca la fibra sensible de muchas personas que ven en la cultura un vehículo de progreso socioeconómico.
En este post en concreto, no quería hablarles de la quema de libros en sí misma, sino más bien de cómo la tecnología del siglo XXI puede facilitar enormemente esta tarea a todo el que esté dispuesto a prender la mecha. La digitalización de libros, música, etc. es algo que ya se viene materializando desde hace unos años. Su avance es apabullante, y podemos decir que dentro de unos años casi todas las obras literarias y musicales de la humanidad acabarán por estar únicamente en soporte electrónico. Las ventajas que ello supone con incontables, pero también hay algunas amenazas en las que no se suele reparar muy a menudo. Una de ellas, y creo que la más impactante, sería el encender una hoguera digital.
Hasta ahora, organizar una quema de libros era algo que requería mucho más esfuerzo y organización, y su efectividad real era relativa. Una quema de libros era más bien un acto simbólico por el que los que mantuviesen ocultos ejemplares de las obras incineradas pasaban a saber que estaban corriendo un riesgo cierto. Ahora, y más aún en un futuro próximo de libros exclusivamente electrónicos y Spotify, eliminar un libro o una canción de los anales de la historia se limitará a un simple click hecho por la autoridad que ejerza la censura. Simplemente apretar un botón y automáticamente las obras se borrarán para siempre de librerías, bibliotecas, editoriales… y los usuarios ya no tendrán acceso a ellas. Goebbels, el Ministro de Propaganda e Información nazi, nunca habría ni siquiera soñado con algo así, ¿No creen?.
Esto abre una nueva puerta a los mecanismos que los regímenes totalitarios utilizan para imponer sus habituales homogeneizaciones culturales, bien sea por parte de regímenes de izquierdas, bien sean de derechas. Imponer un credo político-social al pueblo será mucho más fácil, y lo que es más impactante, esta homogeneización cultural no sólo se impone para las generaciones presentes, sino que, borrando para siempre una obra, se impone también automáticamente para las generaciones futuras. El totalitarismo no será una opción, será LA opción, porque no habrá otra alternativa ideológica que esté plasmada en ninguna obra a disposición del público ni que pueda servir para hacer que los ciudadanos aspiren a un sistema diferente. Y recuerden los riesgos de la homogenización cultural que ya analizamos en el post “La dictadura de la mayoría o El democrático exterminio de las notas discordantes”. Como siempre les digo, el futuro es impredecible, y nunca se sabe cuándo la sociedad va a necesitar unas determinadas ideas para poder asegurarse su supervivencia.
Pero en el proceso de digitalización cultural no todo es totalitarismo e imposición inevitable. Tengan en cuenta que la gran ventaja de los contenidos digitales no sólo es que se puedan borrar con un solo click, para desgracia de los totalitarismos, también se pueden copiar con un simple click. Además añadiría que ocupan muy poco en comparación a un libro impreso, tan sólo unos bytes en un disco duro de un servidor que puede estar ubicado en algún lúgubre y recóndito lugar del planeta, esperando pacientemente a que alguien de la Resistencia se lea unos párrafos.
La reflexión que pretendía hacer hoy con ustedes es que con la digitalización cultural la censura cambiará radicalmente su modus operandi, pero también lo harán los medios para saltársela. El otro día un buen amigo me comentaba una de las frases que dijo Hermann Göring, nazi fundador de la Gestapo: “Cuando oigo la palabra cultura, cojo mi revólver”. En cualquier caso, ya no hará falta que se lleve la mano a su pistola Walther PPK, lo único que deberá coger es el ratón, hacer click y provocar un apagón digital selectivo. A partir de ese momento, esas obras censuradas pasarán irremediablemente a formar parte de la oscura Internet oculta: accesibles únicamente para el que se atreva a arriesgar su vida bajo el omnipresente escrutinio del Gran Hermano digital.
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Bio-hacking para tomar el control de su cerebro o El ilusionismo perversamente llevado a la tecnología
¿Han oído alguna vez hablar del Bio-Hacking?. Si hasta el momento no han oído hablar de ello, no duden que en unos años estará en boca de todos. El Bio-Hacking será el nuevo campo de batalla de una seguridad que ya traspasa el plano informático, y entra de lleno en la seguridad personal en el sentido más amplio de la palabra.
Pero empecemos por el principio. ¿Qué es el Bio-Hacking?. Pues no es ni más ni menos que hackear (principalmente) el cerebro, es decir, aprovecharse de las debilidades y defectos de nuestros cerebros para obtener algo a cambio, incluido el mero placer de superar un reto. Ya ven como en realidad el Bio-Hacking lleva con nosotros muchos años. La magia y el ilusionismo son buena prueba de ello, puesto que se aprovechan de cómo nuestro cerebro percibe y procesa la información de los sentidos para engañarle con ilusiones que no existen en la realidad. Otro buen ejemplo son los ladrones sin violencia, que le empujan a uno con fuerza por la espalda para luego disculparse, y mientras nuestro cerebro está procesando el fuerte empentón, no es capaz de percibir el sutil roce de nuestra cartera siendo sacada del bolsillo por los hábiles dedos del carterista.
Nada nuevo hasta el momento, ¿Por qué les saco pues a colación este tema ahora?. La respuesta está en el hecho de que uno de los campos en los que más progreso vamos a ver en las próximas décadas es en las disciplinas híbridas entre medicina, psiquiatría, telecomunicaciones e informática. Sí, ya les he hablado en otras ocasiones de ello, es la neurociencia. El profundo conocimiento del cerebro que van a traer consigo estos avances, permitirá conocer nuevas vulnerabilidades de nuestros cerebros, que pueden ser aprovechadas por criminales bien para hacerse simplemente con su billetera, bien para conseguir que se quede usted fácilmente inconsciente o incluso con la voluntad anulada. Nosotros somos nuestro cerebro. El Bio-Hacking abrirá peligrosas puertas de atrás en nuestras mentes a merced de los bio-hackers. Prácticamente casi todo lo que somos y lo que sabemos puede quedar expuesto a los bio-criminales.
Pero no se alerten tanto todavía, sin duda lo peor no son estas amenazas. Si que les roben la cartera o les dejen inconscientes fácilmente les puede producir inseguridad, tengo que decirles que esto no es más que la punta del iceberg. El Bio-Hacking traerá consigo acciones que a día de hoy no somos capaces ni de imaginar. Un ejemplo que se me puede ocurrir de primeras es por ejemplo que el bio-hacker pueda alterar su memoria y borrar rápidamente los recuerdos que tiene del crimen que acaba de presenciar casualmente en plena calle, o que pueda hacer un volcado completo de su memoria y recuerdos a un disco duro, e incluso que pueda luego restaurar su cerebro y sus recuerdos en un clon que pudiese suplantarle.
¿Y si intentamos imaginar un futuro de neurociencia con componentes bio-electrónicos y cerebros conectados a una red de ordenadores?. No duden que algún día esto llegará, y abrirá la puerta a que los bio-hackers puedan infiltrarse en su cerebro igual que ahora entran en su ordenador personal: desde el sillón de sus escondrijos y simplemente pulsando las teclas de su teclado. O peor me lo ponen, tal vez acabemos en una suerte de 1984 versión internet. Los que se aprovechen del Bio-Hacking no tienen por qué ser seres underground que se cuelan sin permiso entre sus neuronas. Tal vez cuenten con su propio beneplácito. Tal vez salgan en los telediarios. Recuerden que, en la novela de George Orwell, cuando iba a subir el precio del chocolate, la prensa decía que en realidad lo estaban bajando, y alteraba todas las ediciones anteriores para poner un precio anterior del chocolate efectivamente más alto. Ahora eso será mucho más fácil, simplemente hay que apretar un botón y The Matrix actualizará todos nuestros recuerdos aprovechándose de alguna puerta de atrás del Bio-Hacking.
Así que ya saben, a medida que la neurociencia avance, por favor, si acabamos teniendo un conector implantado que permita conectarse a nuestro cerebro, llévenlo bien protegido. Aunque tal vez ni aún con esas sea suficiente, ya que estoy convencido de que la neurociencia acabará desarrollando dispositivos que interactúen con nuestros cerebros con señales electromagnéticas, sin necesidad de cables ni conectores de ningún tipo. Por ello, por su propia seguridad, yo me iría mirando un casco de plomo que actúe como caja de Faraday, blindando su cerebro frente a señales electromagnéticas externas. Y sobre todo, mantengan actualizado su antivirus neuronal. Un antivirus actualizado no les evitará una gripe, pero sí tal vez evitará que le borren de la memoria las claves y el saldo del banco. Aún así tengan en cuenta que, al igual que todo cerrajero les asegurará que no hay cerradura segura, en el futuro todo bio-hacker les dirá que no hay ningún cerebro a salvo. Si van a por usted en concreto por el motivo que fuere, no duden que, con la neurociencia en la mano, serán perfectamente capaces de acabar consiguiendo su propósito sea cual sea.
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Cómo poner límites a niños y adultos o Lo excitante de cruzar las líneas infranqueables
En este post me gustaría llamarles la atención sobre un aspecto de la educación infantil que además es aplicable también a la mayoría de los adultos. Es un aspecto en el que la capacidad de entrever el futuro adquiere más relevancia si cabe. Les estoy hablando del arte de poner límites a un niño.
Ya hemos comentado otras veces cómo educar a nuestros hijos es uno de los retos más difíciles a los que se puede enfrentar una persona. Es un reto porque para ello no basta sólo con tener psicología o inteligencia, sino que a veces son necesarias dotes de visionario e incluso adivinador. Esto lo digo porque educar a un niño supone una sutil mezcla de aprender del pasado con lo ocurrido con generaciones anteriores, aprender del presente conociendo cómo son nuestros hijos en concreto y qué es necesario para cada caso particular, y entrever lo que ha de venir para poder adelantarnos a lo que nuestros hijos e hijas se enfrentarán en el futuro según el mundo que les toque vivir y según los eduquemos de una u otra manera.
Límites siempre va a haber en nuestras vidas, bien sea por limitaciones propias, bien sea por limitaciones impuestas desde fuera, o bien por limitaciones existentes en nuestro mundo. Pero es por una mezcla de curiosidad, y de encontrarlo en cierta medida excitante, por lo que los niños, y también los adultos, tantean los límites cada cierto tiempo para comprobar que siguen siendo efectivamente límites, no sin negar que a algunos les resulta muy tentador aventurarse a ver qué hay más allá de la línea infranqueable.
Es por ello por lo que los padres y las personas en general, al educar a nuestros hijos, debemos marcarles los límites con suficiente tiento como para saber que el niño siempre va a ir un paso más allá, y es nuestra capacidad de cálculo la que ha de permitirnos saber que, si no queremos bajo ningún concepto que el niño llegue a hacer ciertas cosas, que hay que ponerle el límite un poco antes, de tal manera que el límite más el inevitable rebasamiento del mismo no vayan más allá de nuestro objetivo real. Difícil, ¿no?.
Pero la cosa no queda ahí, con el paso de los años tenemos que hay cosas que por ejemplo inicialmente eran toleradas en la sociedad, y que ahora pueden pasar a ser motivo de marginación, aislamiento o incluso cosas peores. Con ello tenemos que la peligrosidad de los límites varía con el tiempo por muchos motivos, por lo cual no vale sólo con tener tiento para marcar los límites contando con la osadía innata en muchas personas, sino que además hay que contar con lo que el futuro nos va a deparar, o más bien, con lo que el futuro va a deparar a nuestros hijos. Ahí es nada.
Y algunos me dirán, ¿Límites para qué?. Conozco personas que educan a sus hijos sin castigarles, tratando de no ejercer sobre ellos autoridad. Mostrando ante nada mi respeto ante cualquier forma de educación bienintencionada por parte de cualquier padre, puesto que en personas normales un padre siempre procura lo que entiende es mejor para su hijo, siento tener que decirles que considero que los niños han de aprender a respetar siempre a una autoridad. Y algunos insistirán en preguntar ¿Por qué?. No voy a entrar en juicios de valor ni en razonamientos subjetivos, simplemente me voy a limitar a la práctica. Se puede afirmar que a lo largo de la Historia, las sociedades humanas han estado mayormente jerarquizadas durante la práctica totalidad del tiempo. Por muy autónomos que se crean ustedes, por mucho que piensen que su opinión es tan válida como la de sus dirigentes, por mucho que crean que tienen sentido común y raciocinio como para gobernar al 100% sus propias vidas, en la práctica casi siempre hay una entidad superior que se impone sobre ustedes. Por ello es por lo que les digo que el punto de vista práctico es que deben enseñar a sus hijos a respetar una autoridad que casi siempre ha estado ahí. Y no duden que, naturaleza humana mediante, esa autoridad va a ejercer como tal y hacer valer su poder sobre sus hijos, y les va a poner unos límites. Límites que si sus hijos franquean les traerán problemas. Y no les digo si será justo o injusto. Sólo les digo que el resultado será que les traerán problemas.
No se confundan, los límites de los que les hablo no son cortapisas, sino que suponen básicamente mantenerse dentro de la legalidad vigente y de los patrones socialmente aceptados. No les estoy hablando de poner a los niños más limitaciones de las estrictamente necesarias. Nunca hay que coartar la imaginación de sus hijos. Nunca hay que poner límites a su creatividad. Nunca hay que recortar sus aspiraciones más nobles. Nunca. En su aspecto positivo, esa afición por franquear los límites ha llevado a la humanidad a conquistar nuevas cotas. De lo que les hablo de poner coto a las amenazas, no de recortar las fortalezas.
Estarán de acuerdo en que los adultos, en realidad, no somos muchas veces más que niños grandes. Los adultos y los niños no somos tan diferentes, de hecho los unos son la proyección y el resultado de los otros. Muchas de las actitudes infantiles podemos observarlas también en los adultos con más o menos variaciones y evoluciones. En nuestras empresas, en nuestra sociedad, en nuestras familias… los adultos también se enfrentan a ciertos límites. Y es común que, al igual que los niños, los adultos tanteen de vez en cuando estos límites e incluso los franqueen.
Me despediré de ustedes con una frase de Konrad Adenauer: “Hay algo que Dios ha hecho mal. A todo le puso límites menos a la tontería”. Es precisamente a poner límites a la tontería lo que debemos enseñar a nuestros hijos porque, por muy listos que sean en ciertos aspectos, habrá otros en los que no lo sean tanto, y es en estos últimos donde más necesitan nuestra ayuda.
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