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La falta de sentimiento de autocrítica en nuestra socioeconomía o El práctico recurso del anonimato

La crítica más útil y más acertada es la autocrítica. Somos nosotros mismos los que mejor nos conocemos, y por ello somos los que más podemos ayudarnos a evolucionar personalmente. Ahora bien, la autocrítica es una valiosa cualidad que en nuestras socioeconomías brilla por su ausencia, lo cual nos impide evolucionar personalmente, pero también socialmente y económicamente. Sigan leyendo y se darán cuenta de cómo enseñar a ser autocrítico es una urgencia social hoy en día.

¿No están de acuerdo en la falta de autocrítica generalizada que aqueja a nuestra sociedad? Pues vayamos con un ilustrativo ejemplo que a buen seguro pueden observar ustedes en su entorno una (sino varias) veces al día. Seguro que si sale el tema de la corrupción, la evasión de impuestos, y la economía sumergida, casi cualquier interlocutor que pueda usted tener enfrente va a proferir toda una serie de maldiciones contra todo aquel sujeto potencial sospechoso de cometer tamañas fechorías. Pero ahora bien, acto seguido, me ha ocurrido que, tras pasar a otro tema de conversación, mi interlocutor afirmaba con rotundidad que le había dicho al pintor que no le hiciese factura para ahorrarse el IVA. Estarán de acuerdo en que aquí hay mucha crítica y nada de autocrítica.

¿No les parece coherente lo que les estoy diciendo? Les pondré otro ejemplo. Tengo un conocido aficionado a disertar sobre los derechos de los trabajadores, los derechos de los inmigrantes, y los derechos de cualquier agente social y/o económico que exista en nuestro sistema. No es que esté en absoluto en contra de este discurso, pero me llama poderosamente la atención cómo sin embargo esta persona me consta que tiene una asistenta del hogar a la que no quiso hacerle un contrato oficial ni darle de alta en la Seguridad Social para ahorrarse unos eurillos de cotización. Y claro, su asistenta no tiene ni asistencia sanitaria, ni vacaciones, ni cotiza a la Seguridad Social.

¿Aún no están de acuerdo en que a nuestra sociedad le hace falta urgentemente una capa de autocrítica? El problema de los dos casos que les expongo no es que ocurran, desgraciadamente siempre hay individuos con conductas reprobables, el tema por el que les escribo hoy es porque casos como los dos que les he expuesto están tremendamente generalizados en nuestra sociedad. Tan generalizados que los considero una urgencia socioeconómica, no sólo por el impacto en la recaudación de impuestos y los derechos de los trabajadores afectados, sino además porque el problema real que subyace impide que nuestra socioeconomía progrese, y que nosotros evolucionemos como personas.

Y es aquí donde entra en acción la segunda proposición de la oración disyuntiva que lleva por título este post. El anonimato. Un tema esencial para el que suscribe. Los que me siguen ya saben que soy muy celoso de guardar mi identidad en las redes sociales. La razón es que en ellas escribo habitualmente opiniones críticas sobre mí mismo, pero también sobre la gente que me rodea; y como demasiadas personas a mi alrededor no tienen muy desarrollado el sentido de la autocrítica, si llegasen a saber que les estoy criticando a ellos, lamentablemente me habría ganado más enemigos en esta vida que Blas de Lezo entre la armada británica. Y sería además por los mismos motivos: por repartir a diestro y siniestro. Eso sí, en mi favor he de decir que la única y sana intención última de un servidor es agitar conciencias para en el fondo construirnos a nosotros mismos sobre unos cimientos sólidos, y de paso así construir un futuro y una sociedad mejor para todos.

Si este post les parece irrelevante y/o irreverente, si piensan que son los demás los que actúan de forma reprobable y ustedes por el contrario tienen siempre una justificación, si están convencidos de que hay que ser severo con ciertas actitudes pero les gusta otorgarse a ustedes mismos cuantas bulas papales les hagan falta, si ven la paja en el ojo ajeno y no  la viga en el propio… Me temo que en ése caso se han contagiado ustedes de esta tremenda enfermedad.

Permítanme despedirme diciéndoles que equivocarnos nos equivocamos todos; el verdadero error está en no reconocerlo ni admitirlo bajo ningún concepto, porque es entonces cuando actuaremos de forma reprobable una y otra vez, sin ninguna posibilidad de mejorar en la siguiente ocasión. Entre la falta de autocrítica previa, y la autoindulgencia posterior, en esta sociedad no daríamos a basto ni con tropecientas ediciones de manuales de autoayuda; y digo «daríamos» porque es que en el fondo el personal no es ni consciente de su propio problema, ni por lo tanto va a tratar de solucionarlo: no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Por favor, cultiven el arte de la autocrítica, además de ayudarles a ser más realistas, evolucionarán como personas, y con ustedes la sociedad progresará en su conjunto. No olviden que en esta vida debemos ser coherentes con los demás, pero también con nosotros mismos.

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