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Por qué la imaginación contribuye a lanzarnos al éxito o El que vive pasionalmente vive dos veces

Es un hecho que las personas que proyectan con su imaginación los éxitos futuros consiguen afrontar la vida desde otra perspectiva y, lo que es también importante, proyectan una imagen de sí mismos en su entorno que ya de por sí contribuye notablemente a sus posibilidades de éxito.

Ha habido en mi vida dos situaciones recientes que me han llevado a plantearme las cuestiones sobre las que reflexiono con ustedes en este post. La primera ha sido mi reciente participación en los premios Bitácoras. La segunda es haber tenido la ocasión de seguir de cerca la participación de una amiga en un evento de primer nivel. En ninguno de los casos se materializó el éxito, o perdón, debería decir mejor que no se materializó el éxito en su máximo esplendor. Salvando las distancias entre mi modesta participación en los premios Bitácoras, y el mediático torbellino que envolvió a nuestra amiga, el paralelismo de las situaciones, vivencias y pasiones vividas en ambos casos, me han llevado a pensar que tal vez merezca la pena intentar llegar a alguna conclusión interesante.

Para empezar, ¿Qué es lo que hace que un mes antes pudiésemos ser tan felices pudiendo prescindir de conseguir una meta que parecía más una aventura que un objetivo, y que ahora parece de lo más importante en nuestra vida?. ¿Qué es lo que hace que pasemos de la mera indiferencia, o tal vez ligera curiosidad, a tener auténtica ilusión por conseguir el éxito?. La respuesta pasa por cómo conforme pasan los días vamos visualizando el éxito y cómo lo interiorizamos, y en ello estarán de acuerdo en que juega un importante papel la imaginación.

El que algo imposible se vea de repente como algo alcanzable, hace que pasemos de tener una mera fantasía a imaginar una situación que se vuelve posible. Ese cambio cualitativo es muy importante para nuestra psicología, porque cuando se tiene imaginación y mucha ilusión por algo, uno se va visualizando en la situación de éxito, en cómo cambiaría su vida, en qué supondría alcanzar la meta deseada, en la ilusión que nos haría que lo posible se volviese cierto. Esa capacidad de imaginar hace que vayamos interiorizando el futuro posible como futuro probable, y un buen día amanecemos con la curiosidad transformada en ilusión, que posteriormente adquiere un matiz de importancia en nuestra vida.

Estoy de acuerdo en que la imaginación es un arma de doble filo. Es cierto que hay personas pesimistas que simplemente imaginan el futuro pero desde un prisma de negatividad. No es el caso que nos interesa, ni creo que sea el más frecuente. De hecho pienso que la naturaleza humana tiende a ser más bien optimista por naturaleza.

El gran problema de imaginarse e interiorizar el éxito es que luego puede venir el chasco, y si lo posible se percibía como probable dicho chasco es mucho mayor y puede incluso afectarnos personalmente. Es por ello por lo que algunas personas con imaginación y optimistas se protegen queriendo conscientemente “no hacerse ilusiones”. También es cierto que muchas veces disfrazamos nuestra ilusión interior de indiferencia exterior para capear mejor en nuestros círculos sociales el posible fracaso posterior. Es más fácil superar una situación de fracaso ante uno mismo que superarlo ante otros.

Tras estar entre los quince primeros blogs de los premios Bitácoras de mi categoría, este blog ha descendido sensiblemente en las últimas clasificaciones. Ya no hay posibilidades para un blog modesto como éste. Pero afortunadamente la vida me ha enseñado a saber centrarme mayormente en los aspectos positivos más que en los negativos. El haber estado dos semanas entre los quince primeros blogs de los más reputados premios de la blogosfera a nivel global en castellano, es un logro que cuando abrí el blog nunca habría podido imaginar. Obviamente, haber conseguido el premio habría sido un auténtico éxito, pero medio éxito es un éxito completo si no lo comparamos con lo que podría haber sido y no fue. Una de las claves de la felicidad está en ponerse las gafas de color rosa y, aún es más, el poso que este tipo de vivencias va dejando en nuestra personalidad y cómo nos hace evolucionar a mejor es sin duda otro motivo de éxito a tener en cuenta.

Como colofón final simplemente decirles que, como les decía al principio, el que vive imaginando el éxito tiene una actitud positiva y proyecta ante los demás una forma de ser que ya de por sí le permite tener más posibilidades de triunfar en las metas que se proponga. En todo caso, las personas que interiorizan e imaginan los éxitos personales que se marcan, son personas que viven la vida de forma mucho más pasional, pasan sus días multiplicando sus vivencias sean reales o imaginarias, experimentando más emociones, se sienten más vivos… El que vive pasionalmente vive su vida dos veces y, dada nuestra ineludible condición de seres mortales, ¿Acaso sólo esto no es ya suficiente recompensa?.

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Un pilar del consumo minorista en nuestros sistemas socioeconómicos o La vida que se nos escurre entre los dedos

Me sorprende profundamente cómo generalmente el ser humano es capaz de tener la felicidad delante de sus propias narices y no darse cuenta hasta que la pierde y ya es demasiado tarde para disfrutar de ella. Vivimos en una permanente huida de nuestro tiempo y de nosotros mismos en la que no tenemos tiempo ni de pararnos a pensar (motivo fundacional de este blog), ni de pararnos a disfrutar de la vida y de los que nos rodean.
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En parte es culpa nuestra, y en parte no. En este frenético mundo del siglo XXI que nos ha tocado vivir, el sistema nos da unas anteojeras que cogemos gustosos para ponérnoslas, y nos mete en una rueda como la de los hámsters en la que día a día corremos y corremos para no llegar a ninguna parte. Así es, les guste o no reconocerlo. Y no digo “Sistema” como un ente aséptico en impersonal; no, el sistema está formado por personas, por nosotros mismos.

Una de las actitudes en las que podemos ver reflejado lo que les estoy contando es las aspiraciones y anhelos de las personas, lo que proyectan como el futuro y/o presente que les gustaría vivir o, al menos, aparentar. Es difícil en muchos casos llegar a conocerlo verdaderamente, la sinceridad en este campo a veces brilla por su ausencia, pero, como les voy a explicar, hay otros síntomas que nos permiten hacernos una idea.

Empecemos por los niños. Sí, esas almas incólumes que poco a poco pervertimos entre todos e incluso con parte de culpa de la genética que ellos mismos desarrollan. Siempre se les dice a los niños que “¡Qué mayor!”, “Ya eres mayor”, “Como los mayores”… poniendo un injustificado énfasis en hacerles abandonar prematuramente una infancia que les pertenece y que deben disfrutar en su momento, porque ya saben ustedes que no vuelve jamás. Casi todos los niños acaban viviendo en la ilusión de hacerse más y más mayores para poder tener acceso a todos esos privilegios (ejem) que va otorgando la edad en nuestra sociedad.

Pero sigamos con los adolescentes. Aquí el problema es que, aunque ya se creen mayores sin serlo en realidad, quieren ser adultos de pleno derecho. Es cierto que tratan por todos los medios de marcar su propia personalidad diferenciándose de los adultos de verdad, pero acaban adoptando de forma sutilmente alterada muchos de sus patrones de comportamiento y objetos de consumo. Quieren Smartphone, pero el iPhone es de carrozas. Quieren moda y salir de tiendas, pero tiene que ser una moda concebida y aceptada especialmente por ellos. Quieren relaciones interpersonales y de pareja que tratan de asemejarse a las de los adultos, pero relacionándose entre sí con jerga propia y nuevos conceptos de relación que muchas veces no son tan nuevos.

Prosigamos con los adultos. Tal vez sea la franja de edad que puede estar más a gusto consigo misma, puesto que están más acomodados, tienen satisfecha la mayor parte de sus necesidades básicas y no tan básicas, y lo que es en realidad el nudo gordiano: no tienen mucho tiempo para pararse a pensar. No obstante, también hay ciertos detalles que pueden llevarnos a pensar que les empieza a gustar en cierto modo aparentar una juventud que ya ha pasado. Es habitual hoy en día que, cuando llega el fin de semana, muchos adultos cambian totalmente de indumentaria y se visten con ropa que trata de asemejarse muchas veces a la efervescente y disruptiva moda adolescente. Sí, hay que decirlo, en lo que a moda se refiere, los adolescentes tienen una fuerte influencia hoy en día sobre los adultos. Y esto es muy significativo e indicativo de que, bajo esa capa de aparente autocomplacencia, hay una incipiente inquietud por la edad que se empieza a tener.

Y finalicemos con los mayores. La moda normalmente no es un hecho revelador en este caso, suelen vestir ropa más clásica, pero casi siempre hablan abiertamente de la nostalgia de otros tiempos, que es una nostalgia por otro entorno y muchas veces también, por la persona que eran entonces. No se equivoquen, no es que les gustaría volver a ser los de antes, añoran ciertas cosas, pero, de volver atrás, casi siempre dicen que les gustaría hacerlo sabiendo lo que saben ahora.

Para demostrarles hasta qué punto hay gente que vive en esta carrera hacia ninguna parte, les comentaré una situación que se me dio en el trabajo esta semana. Un compañero, bastante “ambicioso” profesionalmente por cierto, nos anunció que él y su mujer estaban esperando un bebé. Me alegré por él y le di la enhorabuena, pero lo que me sorprendió fue lo que me dijo a continuación: “Es que ya tenéis casi todos hijos y me estabais dejando atrás”. En confianza les reconozco que no doy crédito. No tengo calificativos para el hecho de decidir algo tan importante en la vida como el tener descendencia sólo porque todos los demás lo hacen y no queremos quedarnos los últimos en la tan mal concebida carrera de la vida. Es el triunfo de la ambición por llegar antes a la meta siguiendo el camino marcado, frente a la ilusión de la trascendental y vital decisión de traer libremente al mundo una nueva vida. Son extensiones del ansia personal que se acaban volviendo sin duda cadenas que nos mantienen atados a unas metas equivocadas, y no nos dejan disfrutar en plenitud de la felicidad que nos ofrece cada momento de nuestro paso por este mundo.

Visto todo lo anterior, la pregunta obligada es: ¿Es que no hay nadie que esté a gusto con la percepción de sí mismo y con la edad que le ha tocado vivir en ese momento?. Pues hay casos y casos, pero mayormente no. Este sinvivir de anhelos por otra cosa distinta a la que tenemos es algo muy rentable, puesto que cuando la gente no se acaba de sentir a gusto consigo misma, acaba en una vana carrera que trata de encontrar la felicidad que no tiene en donde no está, y terminan buscando pues la autorrealización a menudo en otras cosas, generalmente materiales y que cuestan dinero, pilar inequívoco de la importancia del consumo minorista en nuestros sistemas socioeconómicos.

Por ello me despediré simplemente diciéndoles que disfruten de cada etapa, cada momento y cada segundo de sus vidas. Salgan de la rueda del hámster. Alégrense por esa nueva palabra que han pronunciado sus hijos. Sonrían con su alma a la nueva gracia que se le ha ocurrido al lengua de trapo de su retoño. Sientan la intensidad de sus relaciones de pareja. Tomen a sorbos una caña bien tirada en una terraza del parque. Saboreen ese cocido de los domingos de sus madres. Congelen el tiempo en esos momentos. Disfruten del instante lentamente. Fotografíen con su mente las imágenes, las sensaciones y los sentimientos. Grábenlos bien bien en su memoria. No huyan de sí mismos. Vivan, sin más, vivan en el sentido más pleno de la palabra, porque los momentos pasan por delante de nuestras narices y no vuelven jamás.

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Ilustración por @el_domingobot