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¿Cómo sería un mundo sin paraísos fiscales?

Desde hace unas semanas, como consecuencia del escándalo destapado sobre los «Papeles de Panamá», el tema de los paraísos fiscales ha vuelto a estar presente en las portadas de casi todos los medios, y ha copado el panorama informativo a lo largo y ancho del planeta. Pero la verdad es que este tipo de refugio para evadir impuestos nunca dejó verdaderamente de ser un tema de plena actualidad en los países desarrollados.

De este modo, las cuestiones que debemos plantearnos, más que limitarse a un caso concreto como Panamá, deberían tener algo más de profundidad: ¿Por qué hay paraísos fiscales? ¿Cómo sería el mundo si no existiesen? Y lo que puede resultar aún más interesante: ¿Es posible acabar con ellos? Éstas son sólo algunas de las preguntas que nos planteamos hoy, y a las que vamos a tratar de dar respuesta en este artículo.

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La paradoja del Capitalismo o el egoísmo que se vuelve solidaridad

Como muchas personas que tienen la ilusión de algún día poder dejar de tener preocupaciones por la limitación de su capacidad económica, juego de vez en cuando a la lotería primitiva. Siempre que juego pienso en la paradoja que supone el hecho de que todos los participantes en los sorteos juegan obviamente por tener opción a ganar alguno de los abultados premios, lo cual es sin duda una actitud que podemos tachar de egoísta, pues ambiciona meramente un incremento sustancial de los recursos propios (y todo lo que ello conlleva). Pero este germen egoísta, que se traduce en echar un boleto para el siguiente sorteo, en la práctica, se traduce en que entre todos los participantes, se elije imparcialmente uno al que se “libera” de la carga de tener que trabajar día a día para obtener los recursos económicos necesarios para vivir. Esto puede ser visto como un inequívoco acto de solidaridad colectiva.

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Y he aquí la paradoja a la que apuntaba antes. Egoísmo que se traduce en solidaridad. Y esta misma y sorprendente conversión de actitudes se produce en otros ámbitos más serios del sistema capitalista. Es obvia en el sector asegurador, en el Fondo de Garantía Salarial, en el Fondo de Garantía de Depósitos, en la Seguridad Social (donde la haya) y hasta en la misma recaudación de impuestos que financia los estados del bienestar.

Pero hay otros planos en los que esta paradoja se reproduce también, y que son hoy en día de plena actualidad. Me refiero a las operaciones de rescate que tanto revuelo han y están originando en la Eurozona. Una vez llegados a este punto, pasemos a analizarlo con mayor detenimiento.

¿Qué es en esencia una operación de rescate?. La cruda realidad es que no es más que la aportación de recursos económicos a un país con la mera intención de que no colapse y pueda seguir atendiendo a los pagos comprometidos con la financiación que previamente se le ha venido dando en los años anteriores. Lo único que se pretende es poder seguir cobrando las deudas. De este punto son plenamente conscientes los países rescatados en la Eurozona: no importan las prestaciones estatales, ni la justicia social, ni siquiera la economía local. Sólo importa el asegurarse el pago de los saldos deudores, y por ello ahora el IVA en Irlanda es de hasta un 23%, en Grecia se recorta lo innecesario y lo necesario, etc. Pero no nos alejemos de la intención de este post, estos rescates, a pesar de su intencionalidad y las consecuencias sobre las sociedades rescatadas, al fin y al cabo son dar recursos económicos a países “rotos” que no pueden financiarse en los mercados internacionales dada su delicada situación, y si bien es cierto que vienen acompañados de medidas draconianas, de nuevo se puede ver como un egoísmo que se torna forzosamente en solidaridad, puesto que no podrían obtener recursos económicos de ninguna otra manera.

Este último punto de los rescates, que en los últimos meses ha venido acaparando portadas de medios centrándose en el caso concreto de la Eurozona, es aplicable a la economía global. Con la globalización, la interconexión entre casi todas las economías del planeta es un hecho indiscutible, derivándose de ello el impacto que la crisis en un país puede tener en todos los países de su entorno económico. Es por este hecho por el que hoy en día, cuando ciertos países sufren dificultades económicas, de una forma u otra, se acaba articulando una asistencia internacional para acudir en su ayuda.

Pero esta “Solidaridad Interesada” no soluciona realmente todos los problemas humanitarios, puesto que es cierto que esta asistencia sólo llega a países con nexos económicos con las economías más importantes del planeta, que hacen valer en este tipo de temas su capacidad de influencia. En el caso de los países más pobres, los que se supone deberían ser los receptores primeros de la solidaridad internacional, sólo son objeto de ella en la medida que son productores de materias primas cuya interrupción de suministro impacta sobre las economías de las principales potencias. Lo cual revierte en un círculo vicioso para los países que ni tienen una economía desarrollada (y por lo tanto sin interrelaciones con las potencias),  ni tienen recursos naturales que explotar (un sector primario que permite alcanzar la relevancia económica internacional aunque no se disponga de una economía desarrollada): no importan, y como no importan cada vez se hunden más en su aislada situación.

Algunos argumentarán que esto no es solidaridad, pero centrémonos en lo positivo, a efectos prácticos, el resultado final es el mismo que el de la solidaridad genuina: los demás se preocupan de que el país en riesgo no se hunda. No entro ya en el tema de si esto se consigue o no, ni en los conflictos de intereses que se dan entre diferentes potencias económicas, ni en la ética de esta solidaridad forzosa… simplemente me ciño a reflexionar sobre su existencia y naturaleza. Pero lo que sin duda queda ahora por resolver es el tema al que apuntábamos antes: la solidaridad con los países que no importan de ningún modo, que además, tristemente, suelen ser los más necesitados.

No les discutiré que para estos casos hay que ceñirse al lema de “En vez de darles pescado, enséñales a usar la caña de pescar”: muchas ONGs hoy en día lo aplican. El problema viene cuando en un país ni hay ONG desplegando recursos, ni hay caña, ni hay pescado, ni lago en el que pescar… Este tipo de zonas están abocadas a una progresiva despoblación que, a veces, sólo se ve frenada por el repentino descubrimiento de materias primas que explotar. En África saben bien que en estos casos, es habitual que se inicie en esa zona una guerrilla que trata de dominar las zonas productoras. ¿Casualidad o causalidad?. Siento decirles que yo no tengo una respuesta, pero mucho me temo que, en algunos casos, los entresijos del poder económico son insondables.

Al final, lo que verdaderamente nos queda al común de los mortales es lo que decían nuestros abuelos: no es feliz quién más tiene, sino quien menos necesita. Porque el tener a veces nos lleva a preocupaciones que no nos merecemos, y lo que es más, si visitan ustedes algún país pobre, podrán comprobar como, por lo general, el ser humano cuanto más tiene menos feliz es, supongo que por el miedo a perder lo acumulado. ¿Nos hacen nuestras pertenencias más insolidarios?. Tal vez, pero, no se engañen, a pesar del argumento de los párrafos anteriores de que hay en nuestras sociedades un egoísmo que se torna solidaridad, la verdadera solidaridad es aquella que se produce en la escasez… porque estarán de acuerdo en que, a pesar de la diferencia de la importancia en cantidades absolutas, no es lo mismo que un millonario done para una buena causa una cantidad despreciable en comparación con su patrimonio, a que una familia Nubia comparta con la familia de al lado lo único que tienen para comer ese día. El capitalismo tiene sus cosas buenas y malas, pero es cierto que su esencia, el sinvivir de consumir y poseer, muchas veces nos hace perder el norte.

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El capitalismo contiene la semilla de su propia autodestrucción

No se engañen, no sé si será en esta crisis (que ya es indudable que es sistémica), en la siguiente, o en la siguiente de la siguiente… pero está claro que el sistema capitalista en el que vivimos algún día se vendrá abajo, y puede que uno de los motivos para ello sea el que les voy a exponer en este post.

El sistema capitalista contiene dentro de sí mismo la semilla de su propia autodestrucción. Me explicaré, es un sinsentido que en las sociedades más ricas del planeta (que no tienen por qué coincidir con las más evolucionadas), todo individuo, y la sociedad en su conjunto, traten de conseguir para sí mismos los mayores ingresos posibles (o las mejores condiciones laborables posibles), a la par que reducir todo lo posible los gastos (obtener los productos y/o servicios a adquirir al mejor precio). Ésta es la esencia de todo individuo y/o empresa capitalista para maximizar el beneficio monetario, bien sea personal o corporativo. Y es precisamente en esta esencia donde yo creo que reside una de las causas que algún día derrocarán al sistema capitalista como sistema económico predominante en el planeta.

Es un sinsentido que todos intentemos conseguir buenas condiciones laborales, tanto de mera retribución económica como de vacaciones, horarios y ventajas sociales, a la par que compramos en los máximos exponentes de la deslocalización o volamos compañías de dudosa reputación. Todos somos libres de comprar donde queramos, o volar con quien queramos, pero con nuestra elección individual estamos colectivizando tendencias que dirigen los derroteros de las empresas que nos proveen de productos y/o servicios. Si este tipo de empresas con alarmantes condiciones laborales ven aumentar año tras año su base de clientes, es lógico que las empresas de la competencia suelan tender a imitar su modelo productivo y cultura empresarial para poder seguir disfrutando de su trozo del pastel. ¿Y cuál es el modelo de estas empresas?… en la gran mayoría de los casos de deslocalización el modelo está basado en producir en países con mano de obra barata y que muchos occidentales considerarían que está sobre-explotada y en condiciones infrahumanas; en el caso de compañías aéreas de dudosa reputación el modelo está basado en unas condiciones laborales que distan mucho de ser aceptables para el común de los europeos y según los estándares habituales en la industria. Éste es ni más ni menos el sinsentido al que me refería, la mayoría quiere algo contrario a lo que impone con sus decisiones de compra. Y dado que lo que compramos es lo que se impone, llegaremos a un punto en el cual lo que queremos no exista: implosión del modelo capitalista, o lo que algunos no dudan en llamar la Chinización de Occidente.

Es el predominio del egoísmo sobre el interés colectivo lo que está en la esencia misma de esta Chinización. Todas las sociedades occidentales están de acuerdo en que es un derecho acceder a un trabajo digno, pero sin embargo cuando la gente compra, muchos deciden comprar el fruto de puestos de trabajo no dignos, por interés, porque no quieren ver la realidad, porque se engañan a sí mismos, o por lo que sea. Ésta es una desventaja de las sociedades libres, donde el poder colectivo del individuo traduce en global el individualismo intrínseco, mientras que en otras sociedades como la China, la inexistente libertad individual hace que las decisiones sean colectivas e impuestas por la clase gobernante. Sin entrar en lo que es aceptable o no, ¿Están los esfuerzos de una sociedad mejor dirigidos mediante un individualismo que va de abajo a arriba, o mediante una colectivización que va desde arriba hacia abajo?. La respuesta no es simple, no es un sí o un no. Es evidente que la libertad es algo a lo que todos debemos aspirar, y ésta va indisolublemente asociada al individualismo subyacente. Asumiendo esto como axioma, entonces ¿Cuál es la solución de la ecuación para que podamos vivir en libertad y sin embargo nuestro modelo no se venga abajo?. Educación y cultura financiera para el común de los mortales. Ya que en las sociedades occidentales algunas de las decisiones más influyentes se toman a nivel individual, asegurémonos de que estas decisiones se toman de forma correcta, o al menos con toda la formación e información disponible.

Sin ninguna duda el papel de las redes sociales en este último punto está llamado a ser esencial, ya que permite compartir información y opiniones de forma viral por todo el planeta. Aunque bien es cierto que esa ventaja puede al mismo tiempo tornarse perversa para desinformaciones y opiniones erróneas que se propagan de igual manera, si hay educación y cultura financiera, es de esperar que en la blogosfera se imponga el criterio más acertado. Si no es así (la masa también se equivoca), al menos se equivoca la mayoría, y habremos puesto de nuestra parte todo lo que podemos poner para que las decisiones sean lo más acertadas posible.

Bien, según lo anterior ya tenemos la solución a nuestros problemas, pero no dejen de leer tan pronto, ésta no es la panacea. Sólo los países que tienen un grado de responsabilidad educativa elevado llevan años poniendo en práctica estas conclusiones (con o sin contar todavía con la globalización), y recogerán sus frutos a tiempo. Para el resto, el hecho de que el periodo de maduración de las decisiones en materia educativa es muy largo, se tornará en un problema mayor (se tardan años desde que un individuo empieza a estudiar hasta que tiene juicio y capacidad de compra elevada). El peligro es que en ese caso, cuando la situación ya sea insostenible, se pasará a una colectivización forzada de las decisiones de compra, ¿Adivinan qué hay detrás de estas palabras?… Proteccionismo: aranceles para las importaciones dañinas. Éste ha sido ya el caso del Mercosur, que hace unas semanas ha elevado de forma coordinada los aranceles a las importaciones, tratando de proteger las industrias nacionales. Este proteccionismo puede desencadenar una colosal guerra comercial sin precedentes en la historia moderna, y de consecuencias totalmente imprevisibles, pero no voy a profundizar en este post en la naturaleza del proteccionismo, simplemente diré que trasgrede la globalización tan predicada por Occidente en los últimos lustros, y lanzaré una pregunta al aire: a estas alturas, ¿Puede ya el capitalismo sobrevivir sin la globalización?.

El caso es que me imagino que se tomarán este tipo de decisiones proteccionistas cuando ya no haya alternativa… en vez de haberse asegurado un modelo educativo responsable desde hace años. Y aunque se hubiese hecho, ¿Qué puede más?, ¿Lo que te han enseñado desde pequeño que es compra responsable, o el interés personal de adquirir bienes o servicios a menor precio cuando ninguno de tus conocidos y amigos te ven, aún a sabiendas de que estás promocionando la sobre-explotación de otros individuos en la otra punta del planeta?. ¿Bien colectivo y comportamiento ético, o egoísmo personal?… la respuesta la dejo a su propia elección, aunque mucho me temo que el asunto puede ir más allá de la educación y rozar la verdadera naturaleza humana de algunos individuos, pero la educación también ayuda, por supuesto, y en última instancia es lo único que podemos hacer.

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