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Los cracks que te cruzas por la calle o La humildad en el éxito

Hoy voy a abordar un pensamiento que me cruza a menudo por la mente cuando voy andando por la calle y me cruzo con la gente. ¿Nunca han pensado ustedes que pueden estar cruzándose con personas de aparente normalidad y sencillez pero que luego son unos auténticos cracks?. Me fascina este pensamiento. Estar como si nada delante de una persona digna de gran admiración por su desempeño personal o profesional, ensimismado en la propia ignorancia, sin saber a quién se tiene delante en realidad.

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Es la sencillez de estas personas lo que más admiración me produce, puesto que muchas veces, nada en ellos hace sospechar lo que en realidad hay detrás. Conozco varios casos de gente de gran reputación y aparente normalidad que no hacen sino confirmar la gran calidad personal de estos individuos. Reclamo desde aquí la capacidad de liderazgo de estas personas para ocupar puestos de responsabilidad en nuestra sociedad, y permitir una renovación de valores en ciertos estamentos en los que este tipo de actitudes brillan por su ausencia.

Bien es cierto que, a priori, es difícil saber, incluso para uno mismo, si vamos a formar parte de ese selecto club de cracks que se mantienen humildes, o de los que se lo creen e irradian una prepotente aura de superioridad. Porque sí, tengo que admitirles que ese segundo colectivo puede parecernos más numeroso ya que llaman mucho más la atención frente a la a menudo silenciosa humildad de los primeros. El éxito es una miel cuyas consecuencias se desconocen hasta que no se degusta. La personalidad de cada uno está ahí latente, y sólo se desarrolla en uno u otro sentido cuando confluyen los factores que la hacen evolucionar y desencadenan unas u otras actitudes.

Pero ahondemos un poco más en el tema, que parece interesante. ¿Qué es lo que puede convertir a una persona en un crack humilde o en un crack engreído?. Me atrevería a decir que la respuesta es la confianza en sí mismo y el auto reconocimiento. Sí, aquellas personas que saben lo que son y lo que quieren es difícil que se vuelvan arrogantes. Son aquellos que no se confieren a sí mismos un reconocimiento personal o profesional los que buscan ese reconocimiento en los demás: craso error. Sacan de sí mismos el punto de poder que supone el poder definirse uno el concepto de sí mismo, y dejan que ese importante factor recaiga en su entorno. Pasan a depender de lo que los demás piensen de ellos y del trato que les den. Las personas que tratan a los demás desde la distancia que les confiere una cierta posición social son personas que normalmente tienen en su interior un profundo sentimiento de inferioridad, que necesitan ver mitigado con el reflejo fatuo que supone mirar a los demás por encima del hombro y que te traten como a una eminencia. Un buen punto débil, sí señor. Obstáculo insalvable para que estas personas alcancen la estabilidad emocional y la verdadera felicidad personal.

Pero estamos hablando de cracks en cualquier caso. He de reconocerles que hay aún un tercer tipo de individuo que me sorprende cada vez que me cruzo con uno de ellos. Es el tipo arrogante por naturaleza. El que sin ser un crack ni por asomo, despide un tufo de superioridad totalmente injustificado (si es que algo así puede justificarse), y que trata a los demás como inferiores con una naturalidad que no hace sino demostrar lo poco que se quiere a sí mismo. Van arrasando por el mundo con esas actitudes y, como muchas veces la gente somos así, muchas personas de su entorno se creen el papel que están representando y les dispensan un trato diferenciado respecto a otras personas, dándoles sin ser conscientes el ansiado reconocimiento que tan desesperadamente buscan.

Alguien decía que las personas son encantadoras hasta que se lo creen y dejan de serlo. Por favor, si se esfuerzan y además tienen la suerte en esta vida de progresar y alcanzar un status personal, profesional o social relevante, no se lo crean, echarían a perder esa magnífica joya en bruto que llevan en su interior. Estén atentos a las señales que les envían los que más les quieren, son a menudo las únicas sinceras en esta sociedad de interesados, hipócritas y de tanta apariencia. Y ya de paso, sin apenas darse cuenta, se convertirán en unos cracks auténticos, líderes de sí mismos y dignos de verdadera admiración por las personas que realmente merecen la pena. No saben la tranquilidad que da saber quién somos sin necesitar el escrutinio de aquellos que no merecen influencia sobre nuestras vidas, y lo divertido que es ver cómo reclaman infantilmente su papel cuando finalmente se dan cuenta de que no se les tiene en cuenta en la medida que a ellos les gustaría.

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