Neurociencia o La próxima gran revolución tecnológica

El final de la década de los noventa, y el principio de la década de 2000 a 2010, se han caracterizado por haber visto una profunda revolución de las telecomunicaciones y la informática. Los reputados visionarios de determinados foros internacionales nos dicen que la próxima gran revolución va a venir de la mano de la medicina y la técnica. Y yo creo que razón no les falta, pero me atrevería en este post a aventurar con mayor nivel de detalle el alcance de estos futuros avances.

Lo que podemos acuñar ya como Neurociencia puede ser una realidad antes de lo que podamos imaginar. Hace ya algunos años, se publicó un exitoso experimento por el cual se conectó un chip electrónico a las neuronas de un ratón, y era posible que los impulsos eléctricos de uno y otro interaccionasen entre sí. Futurista y prometedor, ¿No?. Pero realmente, puede ser más o menos sencillo transmitir impulsos eléctricos cerebrales a un chip y viceversa, puesto que, al fin y al cabo, son ambos señales eléctricas, y, aunque de diferentes voltajes y características, resulta a priori más o menos sencillo concebir su interoperabilidad mediante las conversiones eléctricas que puedan ser necesarias entre medias.

El alcance de la Neurociencia como tal llegaría mucho más allá de esta mera interacción eléctrica. Estoy de acuerdo en que dicha interacción es verdaderamente la base de todo este nuevo campo, pero es una base tan elemental que su mera existencia no deja más que un largo camino por delante. Porque se hagan una idea, esta interacción eléctrica sería el equivalente a poder transmitir un byte de un ordenador a otro a través de un cable. Esto es algo que es necesario, pero sobre ello hay que construir todo internet, con sus protocolos e información para que ese dato a transmitir tenga significado, y sobre ello van después las redes sociales, aplicaciones, etc. Por lo tanto, y comparando con la fecha de la primera transmisión de información entre computadoras, pueden quedarnos décadas de avances en el nuevo campo de la Neurociencia hasta que se pueda traducir en innovadoras aplicaciones prácticas para los seres vivos. Una de ellas sería la virtualización de los seres humanos que les proponía en el post de “Futura revolución: La inversa de Matrix o… no tan inversa” como única salida para el futuro de nuestra civilización: para interaccionar con nuestras vidas virtualizadas sería obviamente necesario disponer de todo un gran sistema, al estilo de The Matrix, con el que los impulsos eléctricos de nuestros cerebros interactuarían.

Pero pasemos a analizar con un poco más de detalle qué implicaciones pueden tener estos avances neurocientíficos y el porqué de su posible complejidad. Empecemos por la base. Un impulso eléctrico es una señal que en electrónica digital traduce un bit de valor “0” por 0 voltios, y un bit de valor “1” por 5 voltios. Desconozco las especificaciones de las señales eléctricas biológicas de nuestros cerebros, si bien a buen seguro son también una señal eléctrica con variaciones de voltaje, aunque de una magnitud muy inferior a un voltio. Pero la similitud de ambas señales está ahí, sólo hace falta una mera conversión de umbrales eléctricos. Y, como decíamos antes, ésta es la base de todo, pero es una base tan elemental que nos queda mucho camino por recorrer.

El primer escollo puede venir por el tipo de señal de los cerebros. Los chips sabemos que son digitales: reducen todos los datos que manejan a ceros y unos (recordemos, 0 voltios o 5 voltios). Pero, ¿Cómo son las señales del cerebro?. Analógicas. ¿Qué quiere decir esto?: que las señales eléctricas que nuestros cerebros emiten y reciben no son una sucesión de ceros y unos, sino que son señales que varían libremente en voltaje dentro de un rango eléctrico determinado. Para que se hagan una idea, podemos usar el símil de la música: ustedes oyen una señal analógica que varía en tono e intensidad según unos patrones determinados (los que produce el grupo musical en concreto que esté interpretando), pero en el CD esa señal está almacenada como una sucesión de ceros y unos que se utilizan para reconstruir una señal analógica continua que hace vibrar el aire y después llega a sus oídos. El símil de la audición se queda corto, puesto que se limita a “grabar” un sonido analógico, traducirlo a digital, almacenar los ceros y unos en el CD, y luego el proceso inverso: recuperar los ceros y unos del CD, reconstruir una señal analógica, y hacer vibrar el aire para que llegue a nuestros oídos. El problema con las señales cerebrales es que no sabemos aún apenas nada sobre ellas, y que su procesado no se limita a grabarlas para luego reproducirlas, sino en descifrar la información que contienen y en base a ello interactuar con chips electrónicos de uno u otro modo. Dado el amplio espectro de funciones del cerebro, la cantidad de información contenida en estas señales analógicas es tan enorme que no hay que descartar que se pueda dar cierto nivel de multiplexación (coexistencia de diferentes señales con información sobre una única señal de salida resultante), lo cual no añade sino un nivel más de complejidad al asunto. Y el gran escollo es que a día de hoy apenas tenemos idea de cómo el cerebro almacena, procesa y transmite esas cantidades ingentes de información a cada segundo.

Pero vayamos un paso más allá. Analicemos con un poco más de detalle el funcionamiento del cerebro haciendo símiles con la arquitectura de los ordenadores que todos tenemos en casa (es el invento humano que más similitud puede tener con el cerebro). A grandes rasgos, podemos diferenciar entre almacenamiento y procesamiento. Almacenamiento es lo que hace la RAM o el disco duro, guardar datos. Procesamiento es lo que hace la CPU o procesador, transformar información y hacer cálculos para obtener un resultado.

Empecemos por el almacenamiento. Las principales características del mismo son la persistencia de los datos y su direccionamiento. La persistencia es obvia, pues un dato debe estar ahí cuando vamos a buscarlo… eso sí, hemos podido olvidarlo ya en el caso del cerebro, o puede haber sufrido una corrupción de datos en el caso del ordenador. Para el tema que nos ocupa, la persistencia no es algo sobre lo que debamos profundizar. Caso diferente es el direccionamiento, pero es un concepto sencillo: para almacenar o recuperar un dato, hemos de saber su ubicación: dónde está almacenado. En un ordenador esto se limita a una ristra de bits (ceros y unos) que indican la posición en el chip donde está el dato a grabar o leer. Sencillo, ¿No?. Pero, ¿Cómo será en el caso del cerebro?. ¿Cómo sabe el cerebro dónde ha de guardar un dato u otro?, ¿Y cómo sabe dónde ir a buscarlo después?. La cuestión además se complica puesto que se sabe que nuestro cerebro tiene diferentes tipos de memoria en base a la procedencia de los estímulos: visual, olfativa, táctil, auditiva, de los propios pensamientos… y diferentes tipos de memoria en base a su persistencia: instantánea, reciente, pasada… Desconozco las respuestas a todas estas cuestiones que les acabo de plantear, y sobre ellas posiblemente algún programa de Eduardo Punset pueda arrojar algo más de luz, pero a buen seguro todavía siguen siendo en buena medida misterios insondables para la ciencia.

¿Y qué me dicen respecto a la capacidad de proceso?. Si les digo que, al menos en arquitectura de computadores, la memoria es el caso fácil, no se me echen a temblar, que no voy a abordar en este párrafo el lenguaje ensamblador de nuestros cerebros, podemos hacernos una idea del asunto con cuestiones sencillas. ¿Dónde reside nuestra conciencia?, ¿Es algo similar a nuestra “alma” con una ubicación determinada en el cerebro o está distribuida por varias regiones cerebrales?, ¿Hay en el cerebro un punto físico único por el que discurran todos nuestros pensamientos, a modo de red troncal, donde poder “pinchar” cables que puedan permitirnos interactuar totalmente con chips electrónicos?. Dado que podemos tener en paralelo varios pensamientos diferentes a un mismo tiempo, ¿Cómo codifica ésto el cerebro en señales?, ¿Se trata de una única señal multiplexada entre neuronas o varias señales diferentes?. Es relativamente sencillo almacenar una sensación visual, auditiva… pues se trata simplemente de “copiar” en la memoria la señal que viene del sentido correspondiente, pero ¿Cómo se memoriza un pensamiento?. ¿Y qué me dicen de la creatividad?: es, junto con los sentimientos, uno de los principales factores diferenciales entre una mente humana y una artificial (ya abordamos este tema en otro post: “En el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos o Redes Sociales vs Inteligencia Artificial”). ¿Cómo genera el cerebro una nueva idea?, ¿Cómo se procesa la información de la que disponemos para que se nos ocurra algo nuevo?. Siento decirles de nuevo que no tengo respuestas, pero realmente la intención de éste párrafo y el anterior se limitaba a hacerles entrever el alcance y la complejidad de los avances que tenemos por delante en este campo.

Pero aventurémonos un poco con aplicaciones prácticas de estos supuestos avances de la Neurociencia. Dada la idea de la complejidad que el análisis anterior nos ha permitido tener, podríamos decir que veremos primeramente implantes de memoria que nos permitan multiplicar tanto el número de datos que somos capaces de recordar, como incrementar o hacer que su persistencia sea mayor, o incluso perpetua. Como veíamos, la memoria es conceptualmente mucho más sencilla de manejar desde un punto de vista funcional. Y les confesaré que, a partir de cierta edad, éste sería un avance con un impacto social importante, puesto que la evolución del raciocinio, y la pérdida de memoria, son dos hechos constatados con el paso de los años en la especie humana. ¿Se imaginan dónde llegaría nuestra especie si pudiésemos actuar con la experiencia de un sexagenario y la memoria de un niño?. Posteriormente tal vez veamos implantes de capacidad de proceso para ampliar la potencia de cálculo y pensamiento de nuestros cerebros, tema que se me antoja mucho más complejo. Con todo ello, lo único que puede diferenciar a una persona de avanzada edad de una joven será la experiencia adquirida con el paso de los años, aunque tal vez ése sea el siguiente paso a realizar: que vendan a la gente joven implantes neuronales para poder razonar y pensar como una persona que tiene ya una dilatada experiencia en la vida. Estarán de acuerdo conmigo en que las implicaciones socioeconómicas de todo esto son de una magnitud insondable. Pero algo que deberá preocuparnos en su momento será que estos avances no nos lleven a una oligarquía, en la que las personas con más recursos económicos sean las que más capacidades psíquicas puedan bioimplantarse, y por lo tanto sean las clases que se perpetúen como directivos de nuestras empresas y gobiernos por ser las más capacitadas e “inteligentes” (si, ya sé que en nuestras democracias los más capacitados o “inteligentes” no tienen por qué coincidir con los directivos de empresas o gobiernos, pero es cierto que ayuda a llegar más alto).

Pero no se desanimen, este es un futuro que está ahí, y puede que la complejidad que les he hecho entrever haga que tarde un poco más en llegar, si bien está claro que, más pronto o más tarde, lo veremos hecho realidad, el infinito temporal es lo único que tenemos por delante, eso sí, si no nos autoextinguimos antes.

Para finalizar, me gustaría disculparme por el nivel técnico de este post. He intentado simplificar y hacer entendible para cualquier persona los conceptos que hemos manejado, pero para el tema sobre el que hemos reflexionado, era imposible no abordar estos aspectos.

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Acerca de derblauemond

En la vorágine de la vida diaria que nos ha tocado vivir en esta sociedad del siglo XXI, apenas tenemos tiempo para pararnos a pensar, tiempo para la reflexión, tiempo para averiguar de dónde venimos y a dónde vamos. Acabamos haciendo las cosas de forma rutinaria, mecánica, como auténticos autómatas. Es por ello por lo que he creado este blog con la sana intención de, cada cierto tiempo, reservarme unos minutos de mi vida para darle vueltas a los temas que me interesan y colgarlos después en un post para compartirlos con todos vosotros. Podéis seguirme también en mi cuenta de Twitter @DerBlaueMond

Publicado el 25 octubre, 2012 en Ciencia, Tecnología y etiquetado en , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente. 2 comentarios.

  1. A mi todo esto me parece ciencia ficción en estado puro, aunque siempre está bien soñar e intentar mirar «más allá» (todo lo que describes me ha recordado mucho al mundo de Shadowrun)

    La cantidad y magnitud de los retos a superar es tal, que no me atrevería ni a intentar adivinar la cantidad de *siglos* que nos quedan para llegar a este punto (:

    Como paso previo a todo esto, veo más viable mantener la doble vertiente: que el mundo biológico siga viviendo «estancado» en sus propias reglas y limitaciones y que, por otro lado y en paralelo, el mundo virtual nos complemente, evolucionando en sus otras reglas y limitaciones. Al final el mundo virtual irá poblándose cada vez más (gracias a sus reglas y limitaciones más laxas) y como consecuencia, cada vez pasaremos más tiempo en el mundo virtual y menos en el «real».

    Y en el final de todo esto: seguimos siendo cuerpos humanos como los conocemos, pero sólo como «sustento» de nuestra existencia virtual. Todo nuestro tiempo y vida se desarrollará en el mundo virtual y quedará poco espacio para el mundo físico (necesidades fisiológicas básica? reproducción?)

    Y mientras tanto, se irán superando todo los retos para mezclar el lado «bio» con las ventajas de la tecnología.

    Aunque pensándolo bien, cualquiera de nuestros abuelos vería impensable lo que a día de hoy se puede hacer en Internet…

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    • Es precisamente la idea de tu último párrafo la que me venía a la mente conforme leía tu comentario, pero que conste que soy consciente de que, tal vez, el horizonte temporal del tema que tratamos esté muy lejano. De todas formas, reincido en tu última idea, añadiendo que además el progreso tecnológico suele ser una función exponencial: tal vez la BioInformática aún esté lejos, pero probablemente no tanto como cabría pensar de primeras…

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