El experimento Milgram o Espíritu crítico para cumplir órdenes en instituciones y empresas

El experimento Milgram consiste en una serie de experimentos de psicología social que fueron llevados a cabo en la década de los sesenta por Stanley Milgram, psicólogo de la Universidad de Yale. Sus conclusiones son relevantes y siguen teniendo validez hoy en día, pero en el momento histórico en que fueron realizados, su importancia e impacto fue mucho mayor puesto que coincidieron en el tiempo con el juicio del nazi Adolf Eichmann. En aquella época, en todo el mundo, y especialmente en la Alemania de la post-guerra, se seguían preguntando de forma existencial cómo había podido llegar a ocurrir algo como lo que ocurrió en la Alemania nazi.

El experimento se basaba en que los sujetos objeto del estudio conductual recibían órdenes sobre cómo debían aplicar descargas eléctricas de voltaje creciente a un actor que simulaba dolores incrementales conforme aumentaba la intensidad. Los sujetos del experimento creían que las descargas y el dolor producido a los actores eran reales, y aunque muchos se quejaban cuando las descargas pasaban de los 135 voltios, tras órdenes precisas y autoritarias por parte de los directores del experimento de que debían continuar, la mayoría seguía aumentando y aumentando el voltaje a pesar de que los actores incluso gritaban de agonía y convulsionaban, no llegando ninguno a negarse a seguir participando en el experimento hasta los 300 voltios de descarga. La mayoría seguía adelante y algunos simplemente se limitaban a dejar claro que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. El 65% de los participantes llegaron a aplicar la descarga máxima de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo.

Las conclusiones de este experimento son cruciales no sólo para comprender la Historia de la Humanidad, sino también para entender cómo se articulan nuestras sociedades y estructuras vertebradoras de instituciones y empresas. Lo primero que debemos comprender es cómo cumplir órdenes, aunque sea en contra de la propia conciencia, libera en cierta manera al sujeto de la responsabilidad sobre lo que está haciendo, y este mecanismo psicológico, junto con la autoridad y el temor, pueden hacer que la mayoría de los individuos sean capaces de llegar a realizar cruentas acciones.

Según esta conclusión, y tomándola como premisa, podemos teorizar sobre la viabilidad de una estructura social piramidal y fuertemente jerarquizada en la cual todos los individuos, salvo el que se sitúa en la cúspide, reciben órdenes y las ejecutan, sin reparar en las consecuencias de sus acciones. El mero hecho de cumplir órdenes que vienen de una autoridad superior, hace que el sentido crítico personal se guarde para los adentros, y se ejecuten las acciones requeridas con más alivio del que sería deseable tan sólo porque “son órdenes”. De esta manera, con tan sólo que el individuo que esté en lo más alto no tenga conciencia o no haga caso de ella, o incluso teniendo en cuenta la impunidad y frialdad que le da la distancia del brazo ejecutor al estar en lo más alto de la cadena de mando, tenemos que toda la estructura por debajo es capaz de llevar a cabo acciones despiadadas. Aún es más, hay veces que incluso la máxima autoridad jerárquica se encomienda a su vez a una entidad de orden superior, perpetuando en toda la cadena de decisión el mecanismo de expiación de las culpas propias. Si sustituyen en los párrafos anteriores la palabra estructura por sociedad, y toman a un país como escenario, tienen una obra de teatro de desarrollo imprevisible pero final conocido. Ya se han dado estas condiciones muchas veces a lo largo de la Historia y, no lo duden, puede volver a ocurrir en cualquier lugar y en cualquier momento.

Pero pasemos a centrarnos en el aspecto de las realidades socioeconómicas de las que les suelo hablar. Antes hablábamos de sociedades y países, pero estas circunstancias y conclusiones son igualmente válidas para el caso de instituciones y empresas, puesto que, a otra escala, se tratan igualmente de jerarquías compuestas por seres humanos. La autoridad en estos casos viene de otros temores, como la posibilidad de ser despedidos, y los mecanismos de transmisión de órdenes y actitudes son equiparables. ¿Qué tenemos con ello?. Pues adivinen, así se justifican muchas actitudes que vemos en el día a día. Por ejemplo, si un compañero, incluso con hijos, va a ser despedido, aunque muchos lo saben, tras el silencio impuesto por los jefes, nadie avisa a la pobre alma de su fatal e inmediato futuro para que pueda empezar a buscarse las habichuelas en otro sitio lo antes posible. Otro ejemplo es el tan de moda hoy en día “Mobbing”, por el cual, cuando un jefe arrincona y hostiga a uno de sus subordinados, aunque no todos compartan su criterio y acciones, nadie o casi nadie es capaz de tender una mano al despreciado empleado, y aunque no tienen por qué necesariamente hostigarlo ellos también (algunos incluso se suman a ello), hay casos en que la mera omisión de ayuda es una crueldad en sí misma bastante frecuente. Les diré que para las personas que sufren de este mal empresarial, lo más difícil es conseguir testigos que declaren la obviedad, porque todo el resto de compañeros se someten en la práctica al silencio impuesto jerárquicamente, y nadie, aunque sea lo que les dicta su conciencia, es capaz de declarar a favor de la víctima. Muchas veces nadie es capaz ni siquiera de sonreírle al cruzarse con él por los pasillos de la empresa, lo cual le podría alegar el día. ¿No les parecen estos comportamientos también crueles e inhumanos?. Si extrapolamos estas actitudes a otros ámbitos y a otra escala, no duden en que veríamos acciones deleznables.

¿Cómo se puede evitar que esto ocurra?. O como se preguntaban los alemanes, ¿Cómo podemos evitar que esto vuelva a ocurrir?. Les remito a las conclusiones a las que llegaron las comisiones alemanas de la post-guerra. Sólo hay un camino necesario, pero tal vez no suficiente. El sentimiento crítico, que bien llevado a cabo debe empezar necesariamente por la capacidad de autocrítica. Esto es algo que debe formar parte de la educación impartida a nuestros hijos desde los colegios. Deben aprender a ser críticos de forma constructiva, consigo mismos y con su entorno. Y deben ser capaces de creer en sus valores suficientemente como para no aceptar órdenes que vayan en contra de su propia conciencia. Y, en todo caso, siempre va a haber individuos sin conciencia. Lo único de lo que se trata aquí es de cómo evitar que la mayoría les siga.

Obviamente, lo anterior es muy bonito, pero hasta cierto punto. Los órganos ejecutivos y de decisión de una sociedad o empresa no puede estar atomizados y totalmente descentralizados, eso implicaría el caos, pero estarán de acuerdo en que tampoco todo vale a la hora de cumplir órdenes de los superiores. También es cierto que hay situaciones excepcionales que requieren de estructuras que no cuestionen las órdenes, como sociedades de guerra, en las cuales el pavor ante una muerte casi segura haría entre otras cosas que no se luchase contra el enemigo en el frente. El problema en estos casos es que tampoco pueden plantearse las órdenes todos y cada uno de los individuos por los que éstas se transmiten hasta que se ejecutan. Hay ámbitos en que sin jerarquía es difícil la coordinación y la contundencia necesarias en ciertas acciones.

Como siempre, la sabiduría popular va por delante en muchos aspectos, y como resumen de este post les dejaré con una frase de nuestros abuelos: ”Se ofende antes a quien se quiere que a quien se teme”. Es triste pero muy frecuente, y sintetiza lo que he tratado de explicarles en este artículo, con el añadido de que si encima el que sufre es alguien a quien ni siquiera quiere, sólo queda el temor ante quien se teme. Y ante el miedo no hay capacidad crítica que, una vez debidamente atemorizada, pueda vencer los paralizados y agarrotados labios aunque sea para pronunciar una sola palabra de apoyo a favor de un compañero al que han llevado al borde de la depresión.

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Acerca de derblauemond

En la vorágine de la vida diaria que nos ha tocado vivir en esta sociedad del siglo XXI, apenas tenemos tiempo para pararnos a pensar, tiempo para la reflexión, tiempo para averiguar de dónde venimos y a dónde vamos. Acabamos haciendo las cosas de forma rutinaria, mecánica, como auténticos autómatas. Es por ello por lo que he creado este blog con la sana intención de, cada cierto tiempo, reservarme unos minutos de mi vida para darle vueltas a los temas que me interesan y colgarlos después en un post para compartirlos con todos vosotros. Podéis seguirme también en mi cuenta de Twitter @DerBlaueMond

Publicado el 13 junio, 2013 en Empresa, Psicología, Sociedad, Socioeconomía. Añade a favoritos el enlace permanente. 10 comentarios.

  1. Hola, me llegó tu blog a través de Daniel.
    Con tu permiso, me gustaría añadir algo más.
    A menudo pensamos que los malos tienen cara de: http://1.bp.blogspot.com/-vYEX8O0wV1A/Txtm_EKRYOI/AAAAAAAAAVQ/LSVcXBWC8ag/s1600/jacknicholson2_19.jpg
    Por eso, cuando nos cuentan esta historia la gente piensa automáticamente: ¡ah claro! ¡pero a mi no me pasa esto! ¡Sabría reconocer al malo de la película! [Error 1]
    Y por otro lado: yo no soy tan tonta como para no darme cuenta. ¡Tendría que ser muy tonta para no darme cuenta de que estoy sirviendo a un psicópata! ¡Eso solo le pasaría a alguien muy «cortito»! [Error 2]
    (uso la palabra «cortito» porque increiblemente más de una persona ha usado la misma palabra cuando yo exponía este tema)
    Los psicópatas están lejos de mi, en otras esferas: políticos o asesinos. Y resulta que estamos rodeados de los que se llaman «psicópatas integrados». Puede ser tu hermano, tu padre, la novia de tu hermano, tu marido o esposa.. Pero nos enseñaron desde pequeñitos que «todos tenemos algo de bueno». Que nadie es 100% malo. Que todo el mundo tiene su lado bueno. [Error 3] Si alguna vez alguien habla muy mal de una persona, la tendencia es a quitarle importancia y a integrarlo con el resto: «todos tenemos cosas malas». Sin embargo, la realidad es bien distinta. Hay muchos psicópatas con los que hablamos a diario probablemente. Ellos también ejercen su influencia y mueven sus hilos de forma muy perversa. Son muy difíciles de detectar porque saben fabricarse muy bien coartadas para que nadie sospeche. Muchos de ellos se pasan el día ayudando a los ancianos a cruzar la calle, etc.
    La mayoría de la gente ignora por completo que esto es así y actúa sin saberlo o a veces sospechando cierta crueldad pero no dándole tampoco demasiada importancia, siguiendo las pautas de estas personas que se dedican a hacer el mal 24/7. En ellos no hay parte «buena», saben ocultarla muy bien.
    Me he dado cuenta de que mucha gente, incluso libertarians ignoran que un psicópata puede estar actuando 24/7 como libertarian también. Ser el libertarian más brillante de todos y que más haya aportado al conocimiento económico en los últimos años. ¿Os engañaría?

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    • Eva,

      Antes de nada, agradecerte tu comentario y reflexiones.

      Estoy bastante de acuerdo contigo: hay algunas personas potencialmente así a nuestro alrededor, pero el caldo de cultivo actual generalmente no les permite desarrollar esas facetas, al menos con la plenitud que son capaces de alcanzar.

      Te recomiendo sobre este tema otra entrada que tengo, «El Alter Ego en Twitter o Cuál es nuestra verdadera personalidad». Yo creo que te gustará.

      Saludos,

      @DerBlaueMond

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  2. Fe de erratas: «En ellos no hay parte “buena”, saben ocultarla muy bien.» Quería decir, que en ellos no hay parte buena y esto saben ocultarlo al resto muy bien. 🙂

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  3. Gracias. Voy a ver. 🙂

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  4. Lo acabo de leer. Y sí, me está gustando mucho tu blog 🙂
    Con respecto a lo que dices:
    «Estoy bastante de acuerdo contigo: hay algunas personas potencialmente así a nuestro alrededor, pero el caldo de cultivo actual generalmente no les permite desarrollar esas facetas, al menos con la plenitud que son capaces de alcanzar.»
    Es muy interesante. Me la impresión, y después de leer tu otro post, que estas personas que están pululando por ahí no causan apenas destrucción. Vale, no son un Hitler o un Stalin, en cuanto al daño que causan. My point is: la destrucción que causan estas personas a «bajo nivel» también es bastante considerable. Si nos fijamos, alrededor de estas personas todo es caos y destrucción. Van dejando a su paso vidas destrozadas. Vale, no causan guerras. Pero si unimos todas las personas afectadas por ellos y el caos que van dejando consigo, ¿no es también algo a tener en cuenta? Es más. Dejando a parte del caos que dejan consigo. Ellos ejercen una gran influencia en su alrededor. Me atrevería a decir que vivimos en una sociedad «psicopatizada». Si te das cuenta, los valores que prevalecen son los de un psicópata: está mal mostrar los sentimientos, está bien ser altamente competitivos, el fin justifica los medios, ..y así un terrorífico etcétera.
    Muchas de las cualidades que nos atribuimos como «normales» o como para te nuestra sociedad, de nuestro día a día, de nuestro código de conducta, de nuestro sistema de enjuiciamiento (lo que está bien y lo que está mal) está altamente influenciado por los psicópatas.
    Nunca nos hemos parado a pensar de dónde viene todo nuestro código de conducta. Es terrorífico darse cuenta de ello, pero peor es no darse cuenta y seguir sin saberlo por ese mismo camino.
    Si vemos la sociedad como una red interconectada, donde en diferentes puntos hay psicópatas que se encargan de perpetuar y trasmitir sin que tengamos la menor idea, ese comportamiento en cada interacción, eso explicaría muchas cosas.
    Quizás no seamos tan malos, no debemos serlo. Al tener conciencia ya no deberíamos serlo. Pero sí existe un nivel de manipulación muy alto que es el que poseen estas personas y que desarrollan al extremo desde pequeñitos y que es muy difícil de comprender para el resto de humanos que no somos como ellos.
    Sea genético o una combinación de otros factores, el caso es que estas personas están ahí y sí que ejercen una destrucción creo que mucho mayor de lo que aparenta aunque no se salde con guerras. También hay muchas, muchísimas personas que se suicidan y detrás hay una manipulación perversa de este tipo de personas.
    Este foro me parece una excelente referencia al mundo underground de la violencia psicológica que ejercen este tipo de personas: http://forosdelmobbing.info/
    Creo que ahí solo se ve una pequeña parte de lo que en realidad escala el asunto.
    En mi opinión estas personas no dejan de causar destrucción por todas partes aunque no sea tan evidente como cuando hay una guerra y sus consecuencias son mucho mayores de las que quizás nos pudiéramos pensar.
    Daniel me está pegando esto de escribir mucho 😉

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    • Gracias por tu nueva respuesta. Es también muy interesante. En efecto nuestra sociedad tiene valores equivocados en bastantes aspectos, y además parece haber desarrollado un mecanismo por el que lo perjudicial tiende a perpetuarse. Debemos luchar contra eso cada uno con su granito de arena. Y sí, hay personas que hoy en día también causan (aunque sea a otro nivel) sufrimiento, pero la ventaja de una sociedad libre es que sueles poder elegir alejarte de ellos. Para despedirme, en referencia a otro de tus comentarios, te dejo con una con una frase de nuestros clásicos (creo que es de Cicerón): «Sólo las buenas personas no son capaces de ver las malas intenciones de las malas personas».

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  5. Además, qué bien le vienen a estas personas para pasar desapercibido el difundir el mensaje de que «todo el mundo tiene algo bueno y algo malo». Cala muy bien.

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  6. Creo que eso solo ocurrirá en las personas que no tengan la percepción de la realidad distorsionada y sepan absorber de lo que les rodea de forma constructiva 🙂

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